Cultural


"El eros discreto", nueva novela de Vargas Llosa

GUSTAVO TATIS GUERRA

26 de enero de 2013 12:01 AM

El escritor tiene las llaves de Cartagena de Indias por merecimiento literario y humano desde hace más de medio siglo, gracias a sus espléndidas novelas y a sus ensayos agudos e inquietantes.
Pero ayer se la volvieron a entregar de manos del alcalde encargado, con una lectura protocolaria que suscitó el abucheo del público. El escritor fue homenajeado tanto por la Alcaldía de Cartagena como por la Gobernación de Bolívar que lo condecoró con la máxima distinción, la Orden Rafael Núñez.
Elegante, sensitivo, cálido y con una memoria prodigiosa, Vargas Llosa agradeció los honores y la hospitalidad de los colombianos.
La primera parte de la conversación con el joven ensayista colombiano Carlos Granés estuvo consagrada a su novela “La ciudad y los perros”, publicada hace medio siglo y escrita a sus veintidós años, sobre su vivencia de dos años como cadete en el Colegio Leoncio Prado, entre 1950 y 1951.
Su padre lo llevó a estudiar en ese colegio militar para reprimir su vocación descarriada de la literatura, que relacionaba con la bohemia y las malas noches. Él tenía esa idea deprimente del escritor y creyó que la instrucción militar podía ser el mejor antídoto. Pero  aquella experiencia vital “desagradable”  lo llevó a “leer más que nunca y a leer voramente”. Se convirtió en un escritor profesional. Escribía cartas de amor solicitadas por sus compañeros cuando tenían que responderles a sus novias. Hacía relatos eróticos de una y dos páginas. En ese colegio militar empezó a conocer la otra realidad de su país, con sus conflictos y sus profundas diferencias sociales, raciales, económicas. El otro Perú  con sus prejuicios, rencores, complejos, en las voces de los estudiantes de la selva y la cordillera peruana. El machismo tolerado y estimulado. Era una atmósfera explosiva la que había dentro del plantel militar, porque allí confluían estudiantes que seguirían sus carreras militares, campesinos pobres que gracias a una beca podían estudiar allí. No era fácil para Vargas Llosa, que fue un niño protegido, que provenía de una familia de clase media. Pero esa experiencia no mató su vocación sino que “la fortaleció y exacerbó. El resultado fue la escritura de su primera novela “La ciudad y los perros”.
El escritor confesó que tres autores fueron decisivos en su formación inicial para escribir “La ciudad y los perros”, a lo largo de tres años en los que escribía “en la tiniebla total, con enorme inseguridad pero con un entusiasmo enloquecido”. Y ese método de buscar una estructura narrativa como un magma selvático, reescribiendo la novela, le sirvió para todas sus novelas.
Uno de esos autores deslumbrantes que leyó en aquellos años fue Faulkner, cuyas novelas las leía con un lápiz desentrañando sus estructuras, los diversos planos del narrador omnisciente y el narrador personaje, el manejo del tiempo que a veces fluye lento y veloz en Faulkner. Siempre le impactó la atmósfera que producía ese manejo del tiempo. Pero cuando leyó a Flaubert supo que ese era “el tipo de novelista que quería ser”. Supo que con disciplina, perseverancia, autocrítica implacable, se podía crear un genio literario como Flaubert. También el filósofo Sartre lo impresionó en aquellos años.
El escritor reiteró algo que ya había compartido hace tres años en Cartagena: de cómo en París tuvo conciencia del ser latinoamericano. “Fui a París y lo que descubrí fue América Latina: años exaltantes, con muchas ambiciones literarias. Lo más importante es que América Latina alcanzó un reconocimiento que no tenía”. Vargas Llosa evocó a Cortázar, Carpentier, García Márquez, Carlos Fuentes.
La segunda parte de la conversación de Vargas Llosa se refirió a su ensayo El civilización del espectáculo, en donde enjuició la banalización de la cultura equiparada como entretenimiento y diversión.
El escritor cuestionó los contenidos de los medios de comunicación y de la televisión y habló del peligro de enfocar la cultura solo desde el entretenimiento en contrapunto con el esfuerzo de creatividad, ruptura y rigor, lo que está formando ciudadanos sin imaginación, más solitarios, conformistas, cínicos, indiferentes frente a la vida civil. Pero esa civilización del espectáculo no es gratuita: tiene que ver con el desplome de valores y principios. 
Vargas Llosa anunció  que poco antes de venir a Cartagena culminó una nueva novela que tituló “El eros discreto”, una historia que transcurre en el Perú de hoy. En ese Perú al que vive tres meses al año y le permite ver su profunda y positiva transformación.

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