Con Germán Espinosa se podía hablar de todo, porque era un erudito de las letras, la ciencia, la historia y la filosofía.
Es el autor de una de las mejores novelas escritas en la historia de la literatura colombiana: La tejedora de coronas, libro de investigación en universidades norteamericanas, francesas y latinoamericanas. Este año 2018 se conmemoran once años de su partida y ochenta años de su natalicio. A Germán Espinosa hay que leerlo en sus espléndidos cuentos, novelas y ensayos.
En 1970 apareció su segunda novela Los cortejos del diablo, recreada en la atmósfera implacable y hostigante de la inquisición española, en donde se confundían al tiempo, el diablo perseguido y diariamente invocado, con el diablo perseguidor, a veces, con más fuego que el primero.
Las críticas elogiosas vinieron del escritor Mario Vargas Llosa, de los lectores y críticos argentinos y los lectores italianos. Espinosa encontró en la época de la Inquisición la veta fantástica para contar sus historias.
Su relato Un convento frente al mar, es una de las mejores narraciones de las letras hispanoamericanas. Germán Espinosa era un erudito sofisticado, elegante, memorioso, de una imaginación prodigiosa. Un día tuve el atrevimiento de preguntarle por qué usaba bastón poco antes de cumplir sus cincuenta años, y me dijo que era un talismán, un ornamento intelectual, que en instantes, se convertía en el bastón de los palabreros. Su palabra está viva.
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