Los intensos ojos azules de Tilda Swinton (Londres, 1960) pueden atravesar lo que mira, y su rostro sereno y dulce, puede encarnar con ese mismo rostro, lo sublime y lo monstruoso.
Entró con pasos livianos al Teatro Adolfo Mejía, quedó en vilo en la mitad del escenario cuando vio que todo el teatro estaba colmado y de pie. Y la lluvia de los aplausos la hizo levitar con la mirada y sus manos largas de pianista, y elevó su India Catalina al cielo del auditorio.
El teatro estaba inmerso luego en la monstruosa belleza del filme Solo los amantes sobreviven (2013). Algo más que una visión contemporánea de las vampiresas que beben hasta la última gota de la belleza del mundo. La sangre derramada en la alfombra era algo más que sangre: un temblor de luz en la oscuridad y en la música del mundo.
Nadie puede olvidar los papeles tan diversos y singulares de Tilda Swinton en filmes como: Orlando (1992), El amor es el demonio (1998) Tenemos que hablar de Kevin (2011), Okja (2017), The Deep End (2001), El gran hotel Budapest (2014), Only Lovers Let Alive (2013), El curioso caso de Benjamin Button (2008), Quemar después de leer (2008), Flores rotas (2005), El ladrón de orquídeas (2002) y Young Adam (2003), Michael Clayton (2005), Derek (2008), Solo los amantes sobreviven (2013).
Ganó en 2008 el Premio Óscar a la Mejor Actriz por su papel en el filme Michael Clayton. Once películas en las que esplende Tilda, con su inagotable capacidad de encarnar los más complejos personajes.
Es la primera vez que viene a Colombia y América Latina. Pero en la mañana del viernes 2 de febrero, bajo el sol del patio del antiguo Claustro de Santo Domingo, dijo que al llegar a Cartagena tuvo conciencia de que desde los catorce lleva a Colombia en el corazón, luego de leer la novela Cien años de soledad, de García Márquez.
Todo lo que había leído en ese libro que le párecía tan distante y lejano se le hizo intensamente real al venir a Cartagena. Desde ese entonces, no solo Colombia sino América Latina, estaba entre sus deseos, hasta el punto que en 2019 actuará en una película que se filmará en el país.
¿De verdad?-preguntó con extrañeza e incredulidad una joven. y Tilda explicó que ella no abandona lo que decide. Dijo que todo artista está allí “para que la oscuridad sea más oscura” o para iluminar lo oscuro. “Los artistas debemos ser honestos”, reafirmó Tilda cuando estudiantes que eligieron su vocación para el cine, le pidieron consejos, y ella, con paciencia, humildad y claridad, les recordó que cada ser humano debe mirarse a sí mismo, elegir lo que lo hace feliz, y hacer todo con suprema honestidad, con una actitud “relajada, inspirada y salvaje de ti mismo”.
Dijo al empezar su conversatorio que “solo los humanos mienten. Los animales, no. Entre más reconozcamos que somos naturaleza, más felices seremos”. Habló de la conexión entre los animales humanos y el resto de las criaturas, y señaló que el gran ejemplo de los animales es su sinceridad. Lo interesante del arte no solo es lo que guarda y revela, sino las conexiones que nos abre. Contó que una amiga suya del norte de Escocia, llevó al barco pesquero una enorme tortuga que había encontrado, y los pescadores extrañados ante la tortuga que percibían fea y desconocida, decidieron que solo por ser monstruosa merecía morir. ¡Qué triste!, dijo Tilda.
Ante una pregunta sobre cómo definiría la belleza y la normalidad, dijo que no le gustan las etiquetas. La belleza puede ser tan problemática y compleja, como la aparente normalidad, o etiquetar lo masculino y lo femenino. “Existimos como individuos”.
En la soledad del cuarto, como en la novela Orlando, de Virginia Woolf, ella encarnó la metamorfosis de ese ser andrógino que al verse desnuda en el espejo y caminando en el cuarto era una mujer, era un hombre, tan solo, un ser humano.
Después de treinta años de estar actuando, ella dice no saber con precisión qué es actuar. Y no le interesa para nada el cine industrial. El cine es arte capaz de transformar nuestra conciencia y sensibilidad del mundo que habitamos. Ella vive en una isla alejada de redes sociales, teléfonos celulares, consagrada a vivir su arte.
“Es muy banal mi actuación”, dice sonriendo. “Trabajar conectada con tus colegas, es divertido. Lo que menos me preocupa es la parte que me toca”. Le interesa el equipo, el marco en que se desarrolla la acción. Intuye que muchas cosas en común hay entre los escoceses y los colombianos. Se inició en el teatro y luego en el cine y no ha cesado. Desde antes de su primera actuación, su pasión era escribir. A veces cuando filma, cree que será la última vez, para refugiarse en su isla solitaria a sentarse a escribir.
Epílogo
Alta, delgada, la piel blanquísima y el cabello corto, vestida con un traje violeta con sutiles encajes en el cuello y en las mangas, un abanico de mano y sandalias livianas, Tilda tuvo tiempo para hacerse fotos con una multitud fervorosa de estudiantes y público asistente. Siempre con una sonrisa en sus labios, desenvuelta y sencilla, se despidió aplaudiendo a la audiencia, y salió del escenario como una ráfaga de luz bajo el resplandor de marzo.
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