Las muchas formas en que el derecho le ha fallado a las mujeres

Las mujeres siguen estando en desventaja legalmente en muchas sociedades. Para corregir esto, el derecho necesita potenciar su enfoque de género.

Aunque es indudable que se han hecho muchos avances a la hora de defender los derechos de las mujeres en el mundo, aún persisten muchos casos que nos recuerdan que estas reformas están lejos de ser universales.

Esto es más claro en los países donde el fundamentalismo musulmán está a la cabeza del Gobierno: véase el reciente asesinato de Masha Amini por no llevar hijab (velo) a manos de la Policía de la Moral de Irán y el regreso al poder del régimen talibán en Afganistán, conocido por sus múltiples atropellos al bienestar de las mujeres (al nivel más básico, les prohíbe salir a la calle sin un acompañante masculino).

Irónicamente, antes de la Revolución Iraní en 1979, el país había hecho avances significativos a la hora de garantizar el acceso de las mujeres a la educación y la vida pública y política. Estaba a la vanguardia, junto con países como Turquía.

¿Qué es el enfoque de género?

Cuando se habla de “enfoque de género”, lo que se busca es “identificar y caracterizar las particularidades contextuales y situaciones vividas por las personas de acuerdo con su sexo y a las construcciones sociales asociados con dicho sexo, con sus implicaciones y diferencias económicas, políticas, psicológicas, culturales y jurídicas, identificando brechas y patrones de discriminación”, como lo señala el DANE.

Puesto que las mujeres han sido vulneradas en muchas ocasiones no sólo a través de prácticas sociales, sino también de las leyes y los encargados de hacerlas cumplir, los Gobiernos se han encargado de crear toda suerte de normas especiales para su protección. Es por esto que se les ha extendido la condición de ciudadanas y el derecho al voto (entregado a las mujeres colombianas en 1954), y que se han creado categorías como el feminicidio (anteriormente llamado “crimen pasional”), la licencia de maternidad, las ayudas económicas para las madres cabeza de familia, las cuotas mínimas de contratación femenina y las leyes para eliminar la disparidad salarial, entre otras. Le puede interesar: Así puede denunciar si es víctima de la violencia de género.

¿Por qué el enfoque de género?

Porque tanto el presente como la historia han demostrado que en muchos estados se legaliza violentar a las mujeres bajo muchas prácticas o no hay un sistema legal lo suficientemente robusto para atender sus necesidades. Aparte de los casos ya mencionados, vale la pena recordar algunos:

1. Uno de los ejemplos más comunes concierne a la manera cómo diferentes sociedades han conceptualizado el cuerpo de la mujer, y su sexualidad en particular, como algo que no le pertenece a ella, sino a su familia y particularmente a su esposo o parientes masculinos. Bajo este modelo, las hijas existen para asegurar el bienestar económico y la estabilidad del núcleo familiar, pero no a través de sus capacidades, sino de la sumisión a otra persona.

A partir de ahí se derivan prácticas como los matrimonios arreglados, los feminicidios, los “crímenes de honor” (donde un hombre mata a una mujer al percibir que no es virgen o que busca novios diferentes al designado), la mutilación genital (donde el clítoris se extirpa parcial o totalmente) y la costumbre de asignar parte de la culpa a la mujer en caso de violación, acusándola de provocar al asaltante o de adulterio (bajo la lógica de no haber defendido lo suficiente su castidad).

Todas esto sigue siendo motivo de preocupación y controversia en países como la India y Pakistán, sin mencionar que la falta de protección para las mujeres víctimas de violencia sexual también sigue siendo un problema en países como Japón y la mayoría de las sociedades occidentales.

En los Estados Unidos, por ejemplo, el Centro Nacional de Recursos sobre la Violencia Sexual estima que el 80 % de las mujeres han experimentado algún tipo de violencia sexual a lo largo de sus vidas, que más del 90 % de los casos fueron a manos de un familiar o de un conocido y que unicamente el 23 % de los ataques son reportados a las autoridades. Según la Red Nacional de Violación, Abuso e Incesto de dicho país, solo 25 de cada 1000 perpetradores reportados acaban en la cárcel.

80 %
de las mujeres estadounidenses han reportado algún tipo de violencia sexual.

2. En la Europa medieval y moderna (alrededor de los siglos V a XVII), la violencia doméstica no era castigada por la ley, sino permitida bajo ciertas condiciones. En caso de que hubiera una intervención jurídica, lo más común no era encarcelar al cónyuge abusivo, sino “conciliar” ambas partes.

Así, era legal y normal que un marido golpeara a su esposa o la humillara públicamente si a él le parecía que ella le llevaba demasiado la contraria. Esta actitud queda bien ilustrada en obras como ‘La fierecilla domada’ o ‘La doma de la furia’ de William Shakespeare, donde al final está bien visto que el protagonista, Petrucchio, “domestique” a su esposa, Katherine, haciéndola pasar hambre y frío.

3. En la Atenas de la Grecia clásica la mayoría de las mujeres no tenían influencia política de ningún tipo, solo las sacerdotisas; no podían votar durante los años de la democracia, no podían adquirir propiedad (aunque sí heredar bienes), ni hacer transacciones económicas que superaran determinados montos, ni recibir una educación distinta de las manualidades y el cuidado del hogar.

Aunque las más pobres tenían un rol más prominente en sus familias, en la medida que podían trabajar para ganar sustento, las mujeres de las familias acaudaladas estaban vedadas de casi todas las formas de vida pública, a menos que se volvieran cortesanas.

Las cosas eran algo mejores en Roma. Las mujeres podían adquirir propiedad y recibir una educación básica, incluso representarse a sí mismas en juicio si eran ricas. Si bien no podían ocupar cargos públicos, se sabe de muchas, como Agripina ‘la joven’ (emperatriz y madre del futuro Nerón), que tenían un alto grado de influencia en la toma de decisiones a través de sus parientes. Sin embargo, ellas estaban sujetas legalmente a sus padres y a sus maridos, quienes tenían el control exclusivo de su vida sexual y amorosa.

Además, los romanos estaban obsesionados con la castidad y el recato, de manera que todas las mujeres que no se ajustaran a este modelo (lo que incluía a las actrices y las prostitutas) no podían ser “técnicamente” violadas porque no tenían “pudor” que defender. En casos en que el crimen era reportado, la acusación quedaba a manos del padre o del marido, no de la víctima. Además, bajo las leyes del emperador Augusto, era legal que una mujer sorprendida en adulterio fuera asesinada por sus familiares masculinos (no se ha encontrado evidencia de que una medida equivalente aplicara para un hombre sorprendido en adulterio). Puede leer: Cartagena, entre las ciudades con más baja imputación de feminicidios.

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