Educadores y estudiantes: ¿cómo les ha ido durante la pandemia?

La virtualidad fue un cambio drástico para la comunidad educativa. Mientras que algunos lograron adaptarse con facilidad, otros siguen teniendo dificultades.

La cuarentena ha representado toda clase de retos para colegios y universidades. De la noche a la mañana, debieron capacitar a todo su personal en el buen uso de las tecnologías en la educación y encontrar modos de suplir las deficiencias de su propia infraestructura en ese sentido. Han tenido que improvisar más y buscar soluciones urgentes, en especial cuando los mismos estudiantes carecen de los medios para acceder a las clases virtuales (También puede leer: Colegios pequeños, ¿cómo sobreviven a la pandemia?).

Natalia Vengoechea Arias y su madre, Patricia Arias, son licenciadas y trabajan en el sector privado y el público, respectivamente. Sus experiencias ilustran el fuerte contraste en la forma como el uno y el otro han lidiado con la enseñanza remota a seis meses del comienzo de la calamidad pública. Mientras que las instituciones privadas lograron sobreponerse a los pocos meses, las públicas han recorrido un camino mucho más arduo.

Una brecha económica

“Al principio pasamos por un proceso de adaptación, para aprender a usar los recursos con los que ya contábamos”, afirma la profesora Vengoechea. La institución donde ella labora ya poseía su propia plataforma educativa y los estudiantes estaban medianamente capacitados en la manera de utilizarla, por lo que todos se mantenían en contacto a través de foros, descargando y subiendo materiales de estudio directamente a la internet.

Dentro de dos meses, ya habían agregado aplicaciones como Zoom y Kahoot a la lista de recursos que utilizaban para sus lecciones. Ella se sentía cómoda con la situación, pero podía observar cómo no todos estaban igual de satisfechos. “A veces, mi mamá me dice que le gustaría poder estar en una clase sincrónica como las que yo tengo con mis alumnos”, afirma.

En efecto, Patricia Arias lamenta la falta de recursos para asegurar una continuidad tranquila y fácil, pero resalta la recursividad de sus estudiantes y de los planteles a la hora de asegurar que todos tengan acceso a las clases a pesar de sus dificultades económicas.

“Tengo alumnos de escasos recursos que no tienen computador y con los que doy mis clases a través de grupos de Whatsapp. Algunos hogares solo tienen un celular para tres o cuatro hermanos que también estudian, por lo que resultaría dispendioso que ellos pudieran realizar todas las actividades dentro de horarios que asigno normalmente”, explica. Todo esto sin mencionar aquellos jóvenes que carecen por completo de un celular, tableta o computador.

Frente a esta situación, los estudiantes han intentado armar redes de comunicación que permitan identificar qué compañeros no tienen acceso a internet o a equipos electrónicos en un momento dado, las instituciones han hecho su parte donando equipos y tarjetas SIM y todo el currículo ha sido reajustado para acomodarse a las dificultades y retrasos de los estudiantes. También se han enviado guías en físico para que ellos realicen las actividades asignadas cuando la situación lo exija (Le puede interesar: El reto de la educación en medio de la pandemia).

La falta de contacto

La licenciada Arias resalta que muchos estudiantes expresan dificultades debido a la falta de su círculo social. “Todos tenemos el deseo de retornar a la presencialidad. No es igual, porque durante las clases y entre ellas es que aprovechan para verse con sus amigos y formar nuevos vínculos. Además, la interacción con los profesores tiende a ser más fácil y eficiente dentro del salón de clases”.

Además de eso, también es cierto que la virtualidad es un reto en la medida que a los estudiantes les es más fácil dispersarse o faltar, en especial cuando el profesor no tiene experiencia con las dinámicas de la virtualidad o cuando la comunicación falla por completo. “Hay cosas que no podemos controlar y más de uno ha fingido estar pendiente para luego mostrar que estaba completamente fuera de base. Otras veces se quedan sin internet y se ausentan”, explica la profesora Natalia Vengoechea.

Pero no todo es una desventaja en ese sentido. Rocío Vela Samudio, psicóloga, docente y estudiante en diversos cursos durante la pandemia, opina que la virtualidad representa una oportunidad para desarrollar otro tipo de competencias antes de regresar a las clases presenciales. Frente a la presencia reducida de los maestros, “los estudiantes han desarrollado algo de autonomía e independencia en el estudio, mientras que los profesores han tenido que ingeniárselas para que los conceptos queden claros a través de medios virtuales”, afirma.

Para Vela, es importante que toda la comunidad educativa mantenga una actitud positiva, perseverante y dispuesta hacia la búsqueda de soluciones. Según ella, “el proceso de aprendizaje es emocional y la cuarentena ha requerido un cambio de perspectiva. Es importante adoptar otra actitud y dejar de pensar que no se aprende si el profesor no está al lado o que no se puede enseñar si no hay un salón”.

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