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Talleres que rompen barreras

Julie Parra Benitez
Cartagena

Nilson Arrieta Jiménez, de 19 años, enrolla hojas de periódicos para hacer unos canastos. Eso hace casi todos los días en el Fire desde hace más de un año. Allí llegó para que le trataran la epilepsia que empezó a sufrir desde muy niño y encontró un espacio que lo llena de vida, allí descubrió a un artesano dedicado que se ocultaba dentro de él.

También está Modesta Herrera Villa, de 40 años. Hace una pequeña bicicleta de papel periódico, mientras decide qué plasmará en un lienzo que tiene sobre la mesa. Cuenta que en los ‘Talleres de  Rehabilitación’ del Fire ha aprendido muchas cosas y que desde que empezó a asistir, hace seis meses, su vida ha tomado un nuevo rumbo. “Comencé a convulsionar a los cinco años y siento que esa enfermedad me ha impedido muchas cosas, pero con este programa mi vida ha cambiado. Aquí mi mente se distrae y ya no estoy encerrada en mi casa. Antes era muy penosa y ya he mejorado esa parte. Con lo que he aprendido aquí siento que puedo salir adelante”, dice.

Claudia Salgado Ruiz tiene 38 años y hace un año y medio hace parte de los talleres. Su primera crisis de epilepsia le ocurrió cuando tenía ocho años y, desde entonces, su mano izquierda quedó entumecida. “También quedé con un problema en la pierna... no camino bien, pero así hago de todo. Con una sola mano, barro, cocino, lavo, hago mis artesanías, y también bailo, me gusta el vallenato, la salsa y el jíbaro”, cuenta.

Emilse Pautt es la mamá de Andrés Ledezma, un joven de 21 años que llegó hace seis años al Fire. “Él quiere vivir aquí, no quiere estar en la casa y aquí lo quieren mucho porque es muy colaborador. Él aprendió a hacer sus cosas, ya no tengo que estar pendiente... aquí hace canastos con periódicos y alcancías”.
Como ellos, son alrededor de 20 pacientes que luchan, gracias a la labor de la Fundación Instituto de Rehabilitación para Personas con Epilepsia (Fire), por su rehabilitación integral y su inclusión social a través de talleres en carpintería, modistería, cocina, jardinería, artesanías, entre otros.

Los productos que se elaboran durante los talleres, son vendidos en una mini feria que se realiza en el Fire e incluso, en la Feria Artesanal del Caribe, para así conseguir un capital que es entregado a cada paciente al finalizar su rehabilitación. Esto, con el objetivo de que puedan continuar con un negocio en sus comunidades.
“Hay que aclarar que el 30% de las personas con epilepsia tiene un déficit cognitivo, del resto son íntegros cognitivamente y no tienen ningún compromiso en sus facultades mentales. Existen unas barreras a nivel social, laboral y educativo, estigmas y discriminación y a través de nuestros programas se busca generar una estabilidad económica, laboral y una independencia”, señala Mauricio Olave, subdirector del Fire y secretario general del IBE (Buró Internacional para la Epilepsia) para Latinoamérica.

En 2007, el Fire creó un programa llamado Famiempresa, con el que se busca mejorar la calidad de vida de los pacientes con epilepsia. El objetivo es brindarles capacitación laboral y gestión empresarial, con el fin de que encuentren una satisfacción emocional y económica que les permita integrarse fácilmente a la familia y a la sociedad.
Gracias a este programa, que ha ganado un Premio al Voluntariado en Singapur, en 2007, y un Premio a la Mejor labor de las Personas con Epilepsia, otorgado por la fundación Margaret Merz de Fandiño, en 2013, los pacientes empiezan a integrarse al medio laboral según la formación vocacional que fortalecieron en los talleres.

“En el programa Famiempresa se trabaja en conjunto con el familiar del paciente, se da una etapa de motivación, de preparación, de sensibilización, de hacer entender que son seres productivos en la sociedad. Cuando ya el paciente se capacita laboralmente, desarrolla todas sus habilidades neuromotrices y se consigue la vocación del paciente, viene la gestión empresarial para formalizar su negocio de acuerdo a la ley”, apunta Gladys Carrascal, directora del programa Famiempresa.

Es gratificante saber que quizá este ejemplar de El Universal no irá a la basura luego de ser leído por algún cartagenero, porque en el s una simple hoja de papel puede ayudar a cambiar la realidad de un paciente con epilepsia. Le puede ayudar a reafirmar que esa enfermedad no los hace inútiles.