Su casa, o mejor, el lugar donde vive, tiene dos metros de ancho por cinco de largo. En ese pequeño espacio tiene una cama, un viejo inodoro, un canasto donde guarda la ropa, tres sillas plásticas, una mesa para ubicar los platos con calderos y un diminuto lavadero. También hay lugar para una pimpina de gas, varios recipientes con agua y una estufa eléctrica del tamaño de un libro que casi no usa. El piso es mitad plantilla de cemento y mitad tierra.
En esas desafortunadas condiciones pasa sus días la señora Marlene Martínez Lara, una adulta mayor de 70 años que sobrevive amparada en su fe cristiana en medio de la pobreza extrema que la rodea.
La mujer no cuenta con servicios públicos, no tiene electrodomésticos, no cuenta si quiera con un refrigerador, y si los tuviera tampoco podría usarlos porque no tendría recursos económicos para sostenerlos.
En el humilde sector San Martín del barrio Boston, Marlene es considerada la persona con las peores condiciones de vida, no solo por la miseria en la que vive sino porque está sola. A su avanzada edad y pese ser hipertensa y sufrir de vértigo, no tiene a nadie que la acompañe.
¿Dónde está su familia? ¿Tiene hijos? Esta mujer criada en el barrio La Candelaria, que regresó hace tres años a Cartagena tras pasar más de 15 en La Guajira, asegura entre lágrimas que se siente abandonada. Cuenta que tiene una hija y le sobreviven un par de hermanos, pero es poco el apoyo que recibe. Uno de sus parientes fue quien la ubicó en el lugar en el que vive, el cual es una de las tres divisiones que le hicieron a la que anteriormente era una casa familiar de esquina.
Pero más allá del drama que atraviesa por estar sola, hay otro peor: la alimentación. “Ayer comí a las 9 de la noche. Fue todo lo que comí en el día. Hay días en los que no como nada. Anoche una hermana que vive lejos me mandó un poquito de arroz con pollo, ella tiene una situación económica difícil, sus hijos están sin trabajo. A veces una sobrina de al lado me da otro poquito. Hay una vecina que también me ayuda. Yo no quisiera estar así pero no tengo más opciones. Así me ha tocado en esta vejez”, cuenta la señora, al tiempo en que se lleva sus brazos a la cara para evitar que se le vean las lágrimas que recorren su rostro. “Hoy no he desayunado, no creo que vaya a almorzar y no sé si en la noche alguien me regale algo. Cuando la hermana mía manda algo tengo que compartirlo con el que me hace el mandado, yo no puedo caminar porque sufro de vértigo y me puedo caer en la calle. Me la paso todo el día encerrada, ni siquiera me asomo a la terraza”, añadió.
El pequeño predio donde vive Marlene está al lado de la sede de la Junta de Acción Comunal del sector San Martín de Boston, en la calle 35.
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