De hecho, señala que el aspecto del pequeño era similar al que apareció en la icónica y polémica fotografía del sudafricano Kevin Carter (q.e.p.d.) publicada en The New York Times, con la que en 1994 ganó el premio Pulitzer de periodismo. La tomó en Sudán un año antes y en esta se ve a un niño africano de 2 años desnutrido, que parece estar agonizando en medio de un terreno árido, mientras un buitre pareciera esperar su último suspiro para convertirlo en su alimento (el niño sobrevivió, pero murió a los 16 años por una enfermedad). “Hemos tenido épocas –en la Casa del Niño-- en las que no hay distinción entre los niños nuestros y los africanos. Es decir, la marginación social y alimentaria es notoria en nuestra gente más pobre”, cuenta Pinzón.
Y respecto al caso del niño que atendió, recuerda: “El bebé tenía ese mismo aspecto del niño africano de la fotografía que ganó el premio. Recuerdo todo el empeño de una nutricionista, trabajadora del hospital, encargada de su alimentación. Ella logró recuperarlo nutricionalmente después de meses que estuvo hospitalizado. El hospital le ofreció todos los alimentos especiales al niño, pues con cada día que pasa la nutrición es más compleja, y afecta toda la vellosidad intestinal. El desnutrido tiene diarrea y debe recibir leches especiales costosas. El hospital hace grandes esfuerzos para eso”. Finalmente, el niño fue dado de alta.
Muy a pesar de que el niño ganó peso, la desnutrición afecta el crecimiento y el desarrollo; el crecimiento del cerebro tuvo que haberse afectado”, acota Pinzón.
Una dura realidad
El profesional recuerda que hay dos tipos de desnutrición: la aguda y la crónica. La primera tiene que ver con la pérdida de peso, mientras que la crónica afecta la talla, es decir, el crecimiento físico. También el desarrollo cognitivo (que comprende funciones como el aprendizaje y la capacidad de razonamiento). De hecho, Pinzón dice que la desnutrición tiene efectos parecidos a los del SIDA.
“La desnutrición aguda es donde se pierde peso. Empieza por consumir la grasa del cuerpo, luego echa mano a los músculos, pero a medida que pasa el tiempo la energía se toma de todo lo que sea proteína. Entonces se lleva anticuerpos y todos esos factores que nos protegen. Un desnutrido tiene alteraciones de la inmunidad celular y de la humoral, es decir, se afecta tanto el número de anticuerpos como de las inmunoglobulinas, pero también se afecta los linfocitos TCD4. ¿Por qué digo que la desnutrición se parece al SIDA?, pues porque cuando nos infectamos con él, este virus se replica y lo hace porque se une a unos receptores que son los linfocitos TCD4. En la medida en que el virus se replica, busca más receptores. Y lo que ocurre en la desnutrición es eso: hay una reducción muy notoria de los linfocitos TCD4, entonces nos infectamos por virus, bacterias, hongos o nos salen tumores, así es el SIDA. Los niños desnutridos están susceptibles a padecer infecciones virales parasitarias y tuberculosis porque las células que nos defienden disminuyen de manera notoria. Esos son los efectos de la desnutrición en el sistema inmune, que se parecen mucho a lo que es el SIDA. Algunos autores denominan la desnutrición como el SIDA de los pobres, porque la expresión clínica se parece mucho”, explica el director médico de la Casa del Niño.
De hecho, el gerente de este centro hospitalario, el doctor Luis Alberto Percy, señala que en 2017 publicaron los resultados de un estudio que hicieron con 600 niños que asistieron como pacientes a este centro para menores en Cartagena. Los resultados son impactantes: “Un 35,62% de los niños -que hicieron parte del estudio- tiene un estado nutricional que no es normal, están distribuidos entre desnutrición aguda y sobrepeso u obesidad, 22,09% y 13,53%, respectivamente. Por su parte, el indicador de talla para la edad evidenció que un 48,05% de los niños tiene un retraso en el crecimiento lineal”.
Esto quiere decir que casi la mitad de los 600 niños que hicieron parte del estudio tenían desnutrición crónica y que por ello su crecimiento estaba comprometido. Además, un 13,87% de esos 600 niños con desnutrición crónica tenía un retraso severo en el crecimiento.
“Eso es un dato preocupante, porque eso indica que la mitad de los niños están llegando al hospital en esa situación, teniendo en cuenta que la muestra del estudio es significativa. El estudio empezó en 2015 y se entregó en 2017”, precisó Percy.
Así mismo, el estudio concluyó: “Se evidenciaron que las diferencias en la talla para la edad de los niños son significativas según el nivel de ingresos del hogar, es decir, a mayor cantidad de ingresos menor es la probabilidad de mala nutrición. Elevar el ingreso de los hogares, así como la escolaridad de la madre, podría jugar un papel fundamental y mejorar el estado nutricional de los niños”.
Reciben ayudas
Varias fundaciones ayudan con la nutrición de los pacientes de la Casa del Niño. Funvivir apoya con la alimentación de niños que tienen cáncer y a sus familias. LPR Fundación, con la alimentación de los niños del programa de cirugía cardiovascular y enfermedades crónicas y de sus familias. La Fundación Alimentarte ayuda en campañas con alimentación complementaria para los niños del hospital.
“Con ellas trabajamos de la mano para paliar el tema nutricional de los niños. Al margen, otros grupos como Rotarios nos apoyan con suplementos nutricionales. Tratamos de tener una red de fundaciones amigas que nos ayuden con la alimentación de los niños. Fedegán nos ayuda con una tonelada de leche mensual para los infantes”, precisó el gerente de la Casa del Niño.
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