Farándula


Isabel II, una soberana en la cima de su popularidad tras 60 años de reinado

AFP

03 de febrero de 2012 11:59 AM

La reina Isabel, calificada hoy de “tesoro nacional” e incluso “abuela del pueblo” por la prensa británica, superó muchas tormentas antes de abordar en calma su Jubileo de Diamante. 
Sus vestidos en tonos pastel y sus anticuados sombreros han dado la vuelta al mundo. La decana de la realeza europea superó la II Guerra Mundial, asistió a la disolución del imperio británico y conoció a 12 primeros ministros. 
Su familia atravesó periodos de turbulencia. En 1992, “Annus Horribilis” estallaron los matrimonios de tres de sus hijos, Carlos, Ana y Andrés, y su querido castillo de Windsor fue presa de las llamas. 
Pero lo peor fue la muerte de Diana en 1997, que estuvo a punto de sellar el divorcio entre la soberana y su pueblo. Su frialdad hacia la que ya no formaba oficialmente parte de la familia real creó un foso de incomprensión con los británicos sumidos en un profundo dolor. 
La Reina acabó por rendir homenaje en un discurso televisado desde el palacio de Buckingham a la que Tony Blair rebautizó “princesa del pueblo” y la monarquía poco a poco se recuperó. 
La “boda del siglo” en abril pasado de su nieto Guillermo, segundo en la línea sucesoria, con Kate Middleton le devolvió el brillo y le aportó el toque de 'glamour' que muchos echaban de menos desde la desaparición de Diana. 
Dotada de una salud de hierro, Isabel II continúa cumpliendo a sus 85 años con innumerables compromisos. 
Sólo el problema coronario que sufrió su marido, Felipe, duque de Edimburgo, días antes de Navidad, ensombrece de algún modo un periodo particularmente feliz para la monarquía británica. 
Pero si la salud del príncipe preocupó a la reina, no dejó que se notara. Porque tras 60 años de reinado, la “persona más fotografiada del mundo” sigue siendo un misterio, según Paul Moorhouse, comisario de una exposición itinerante de 60 retratos de la soberana con motivo del Jubileo. 
“La reina nunca expresa su punto de vista personal”, recuerda Moorhouse, quien la conoció en Winsor cuando posaba para un retrato destinado a la National Portrait Gallery. 
La pequeña “Lilibet”, le niña alegre que nació el 21 de abril de 1926 en el domicilio londinense de sus padres, los entonces duques de York, parece haber optado de mayor por una máscara sonriente pero impenetrable
La angustia podía leerse sin embargo en el rostro de la joven princesa cuando regresó precipitadamente de Kenia en febrero de 1952 tras la muerte su padre, Jorge VI. 
Convertida a los 25 años en soberana del Reino Unido y otros Estados de la Commonwealth como Australia, Canadá o Nueva Zelanda, abrazó de inmediato este “trabajo vitalicio”, según la expresión utilizada por ella misma. 
Con sus cuatro hijos, Carlos, nacido en 1948, Ana, en 1950, Andrés, en 1960 y Eduardo, en 1964, siempre se mostró distante, al menos en público, al igual que su esposo, partidario de una educación estricta. 
Sus únicas pasiones conocidas son los caballos y sus perros de raza corgi. 
Las anécdotas describen a una mujer de gustos muy corrientes, que guarda sus cereales del desayuno en una caja de plástico y lee los pronósticos de las carreras de caballos. 
La reina, que nunca está tan a gusto como en el campo o en su castillo de Windsor, es una mezcla de conservadurismo y de adaptación a la modernidad. 
Sus servicios han abierto en su nombre cuentas en Twitter y YouTube. 
Si sigue así, la más anciana de las monarcas británicas y la que más ha viajado, superará en 2015 el récord de longevidad en el trono que ostenta todavía su tatarabuela, la reina Victoria.

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