Ocho y media de la mañana. 20 de septiembre. El recorrido de 12 kilómetros entre la Terminal de Transportes de Cartagena y el sector de Chambacú estuvo, por tramos, sorpresivamente tranquilo. El Universal solo encontró prestando el servicio a poco más de una decena de taxis de los 5.700 legalizados en la ciudad, según cifras del Datt, menos de un 0,5% de la mancha amarilla. El resto, la gran mayoría, bloqueaba a esa hora los principales cruces viales y avenidas de Cartagena.
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A las nueve de la mañana Gabriel Gutiérrez, uno de los líderes del bloqueo amarillo en la India Catalina, expresó que no les harían nada, no se tomarían “las vías de hecho”. “Si los encontramos, solo los orillaremos y les pediremos que se retiren. Solo reclamamos nuestros derechos, no vamos a perseguir ni a generar ningún tipo de desorden o actividad delictiva”.
Sin embargo, una media hora después, en la glorieta de la entrada de Bocagrande, donde se concentró uno de los principales cierres del paro, hubo varios inconvenientes y momentos de tensión. Cerca de veinte taxis sitiaron la entrada. Los conductores se guarecían en la sombra debajo de los árboles, y solo reaccionaban y corrían al sol cuando veía un carro particular recogiendo o dejando pasajeros.
Uno de estos conductores privados les gritó a los taxistas que “retener un carro es ilegal. Es un bien privado y, por tal motivo, puedo montar al que quiera y nadie puede amedrentar ni bloquearme”. Las tensiones en este sector estuvieron a punto de llegar a los golpes entre manifestantes y conductores de carros particulares en medio del pavor de pasajeros, todos ellos foráneos. Las confrontaciones obligaron a la intervención de la Policía Nacional, agentes de tránsito del Datt y de la personera distrital Carmen Elena de Caro para calmar los ánimos.
Un centenar de estos ofrecían sus servicios a hombres que caminaban presurosos, frente a los agentes de tránsito que no se alertaban por la prohibición de parrillero masculino en dicho barrio, Castillogrande y El Laguito.
Todo el caos y el imperio de lo irregular vividos en Bocagrande contrastaba con las largas procesiones de turistas que caminaban, bajo el sol incandescente, con maletas, bebés en coches y mascotas con la lengua afuera. Muchos de ellos con la resignación de haber perdido sus vuelos. Otros montándose con el equipaje en mototaxis.
“Un caos. Es muy triste venir del exterior y presenciar este desorden, ¿sabes cómo podemos tomar un transporte al aeropuerto?”, preguntó Sabrina Huguet, turista de Florida, Estados Unidos, quien con su esposo West, eran rodeados por media decena de mototaxistas.
Ayer, a las once y media de la mañana, en la pasarela del aeropuerto Rafael Núñez del barrio Crespo, la típica hilera de taxis y carros particulares, recogiendo o dejando viajeros, se transformó en una macroestación de mototaxistas.
En la avenida Venezuela, al estar Transcaribe suspendido, un grupo de colonizadores motorizados inauguró una estación sobre el carril de solo bus en la faz de la Torre del Reloj. El silencio imperante en la plaza de La Aduana se rompía, de vez en cuando, por el ruido de las ruedas plásticas de maletas sobre los adoquines. Muchos turistas provenientes de Bocagrande estaban sonrojados, sudados y preocupados. “Venimos caminando desde El Laguito y nos falta mucho para llegar a Marbella donde cogeremos un puerta a puerta. Son las doce del mediodía, ya deberíamos estar en Santa Marta para una boda”, reveló una pareja afanada.
Una gran parte de la ciudad que se moviliza por Transcaribe para ir a su trabajo asiste al Patio Portal del sistema, ubicado en el sector El Gallo. Nohora Barrios, habitante de Villagrande de Indias, sufrió una alteración en su rutina. “Alcancé a montarme en Transcaribe y luego de una hora dentro del bus detenido, nos informaron que la operación se suspendió por el paro, así que me tocó bajar sin tener una solución para llegar a mi trabajo”.
Sobre los andenes muchas personas se apostaron esperando una alternativa que los llevara a su destino. Angustia y muchas llamadas a sus jefes para dar explicaciones. En la zona hay muchos centros de salud, así que muchas madres gestantes o con niños en brazos sufrieron, bajo el sol abrasador, el impacto de los bloqueos.
Rafael Polanco, caminante a la altura de la Bomba El Amparo.
Hacia las once de la mañana, líderes sindicales de los taxistas, la personera distrital y delegados de la Procuraduría provincial se reunieron con el Distrito en el Palacio de La Aduana.
A las 12:17 p.m. se levantó el paro, iniciado a las 6 a.m. Así, al mediodía, se inició la normalización de Transcaribe, reanudando el despacho de buses. Seguirá la concertación entre taxistas y Distrito en los próximos días.
En medio del bloqueo de taxistas en la entrada de Bocagrande, Carmen Elena de Caro, personera distrital, ejerció como agente de tránsito para permitir el paso de una ambulancia que venía con una urgencia.
A los minutos, corrió a mediar en una discusión entre un conductor particular que fue rodeado por varios taxistas. En toda la jornada, intermedió entre los manifestantes y el Distrito para que la mesa de diálogo se diera con prontitud.
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