El amor es una palabra de cuatro patas”, se escucha decir a menudo, sin embargo, aquella premisa para David apenas comenzó a tomar sentido un cuatro de septiembre de 2019. En un basurero de Playa Blanca estaba Pello, inerme y desamparado. Garrapatas y pulgas, y hasta sin una garrita -posiblemente- perdida en una pelea callejera en la que seguro ni siquiera debía estar. Era apenas un cachorro.
Estaba enfermo, con la hemoglobina en tres y en un estado bastante desalentador. David lo rescató y lo adoptó, lo salvó de una circunstancia en la que quizá no hubiese podido sobrevivir. Desde ese instante todo cambió.

David es un incesante aventurero con espíritu altruista que no necesitó de mucho tiempo para saber que Pello era ese compañero que hacía falta en su vida. “Si yo me voy de viaje, me tengo que llevar a Pello”, reveló. Con sus viajes busca mostrar cosas buenas y bonitas de Colombia, que impacten positivamente, así como dar a conocer culturas, historias, tradiciones y realizar también labores sociales que busquen, en un principio, visibilizar innumerables emprendimientos de familias que salen adelante con lo que tienen y pueden.
El 11 de enero, a las cinco de la mañana, emprendió viaje hacia los Montes de María en una bicicleta de la que se sujeta el ‘Pello Móvil’, un carruaje exclusivo que construyó para su fiel amigo perruno que no lo deja solo y que se convirtió casi que en su sombra.

Pero no todo fue color de rosa, justo aquel día donde salir de la zona confort era el primer paso a dar, sucedieron cosas que lo llevaron a replantearse otras más, pero no desistió. Estaba lloviendo, las carreteras mojadas y el peligro que ello significaba, parecía intensificarse. Cuando casi estaban llegando a San Juan Nepomuceno, en una bajada, se resbaló, se cayó y se estropeó también el vehículo donde se encontraba Pello, su comida y el equipaje. Pero, afortunadamente lograron llegar con bien. “Cuando la mente se sale de la zona de confort, solo busca culpables para volver a la comodidad”, comentó. (Lea aquí: El grupo musical que interpretó los coros en la película ‘Encanto’ de Disney)
La “magia”, como él la cataloga, lo acompaña, y la define como lo positivo que se extrae de un contexto que podría no ser agradable, y es que un viajero se enfrenta a situaciones que no son buenas ni malas, simplemente son reales, que forjan lo que son y permiten ver todo de una manera distinta.
Es tener esa posibilidad de conocer personas que se convierten en puentes, que dan una mano y que muestran la parte más sensible del ser humano, justo cuando fácilmente se podría flaquear.


David.
De hecho, David considera que Pello le permite conectar con otros, es tranquilo, amigable, y se porta muy bien, además de ser muy protector y velar por el bienestar de su dueño. Es el compañero ideal de aventuras y travesías.
“Una vez salí un momento y Pello se quedó cuidando mi bolso, me contaron que no se apartó de él y que no permitía que nadie se acercara”, contó.
Su viaje a San Jacinto
La travesía por este municipio lleno de colores, música y artesanías, estuvo enmarcado por un sinnúmero de aventuras, donde destaca que tuvo la oportunidad de conocer a María, quien con su familia se dedica a la elaboración de tambores, gaitas, maracas y mochilas, y quien lo acogió en su humilde hogar, abriéndole las puertas. “Me sacaron un cuartico para mí y para Pello”, manifestó. (Lea aquí:
Hoy David, a través de sus redes sociales, busca enviar un mensaje claro: ayudar a quien lo necesita siempre alegra el alma y expande el amor. Por lo que decidió contribuir en la búsqueda de fondos para la construcción de la casa de esta familia que lo recibió en su morada para que hiciera aquello que le llena el alma: crear contenido.
En su paso por el pueblo, tuvo el honor y el privilegio de conocer también a Toño García, el último cacique de la gaita en San Jacinto, quien lúcido e inspirado le compartió, entre labios, unos versos... “los ojos de mi morena no son negros, son azules, me recuerdan a los cielos cuando se despejan las nubes”. Aquel momento para él fue inolvidable y especial.

Fue testigo aquel día de cómo de generación en generación el legado cultural y tradicional perdura. Vio a uno de los nietos de Toño elaborar gaitas y también todo el proceso que ello implica.
Así se la pasó, caminando y conociendo, siempre con la compañía de su fiel amigo, quien se ganó el cariño y el amor de todos, de hecho, ya a David no lo conocían por su nombre sino por el nombre de su camarada: Pello.

Su paso por Casa de Piedra
Se trata de una vereda que queda del lado de atrás de Cerro Maco, ubicado a 810 metros de altura sobre el nivel del mar, siendo uno de los puntos más altos de Bolívar, y el más alto en los Montes de María. Una tierra que fue muy golpeada por el conflicto armado, pero que hoy regala uno de los paisajes más deslumbrantes, lo que la convierte en uno de los destinos turísticos más atractivos por los foráneos. Justo lo que David quiso mostrar. (Lea aquí: Adolfo Pacheco: el juglar de los Montes de María en su Hamaca Grande)
Allí David y Pello vivieron grandes aventuras, pero teniendo siempre en mente que la misión debía ser reivindicar y fortalecer la cultura y la tejeduría en esa zona rural. Aprendió el proceso de siembra, de cultivo de trigo, mazorca y ñame. Experiencias únicas y enriquecedoras para él. No es tarea fácil llegar a Casa de Piedra, está a una hora y media por trocha, tanto que los “recoge locos”, los únicos que suben junto con las motos, van una vez al día, a las cinco de la mañana. Ese día hubo un contratiempo y no pudo irse con el grupo que se dirigía hasta allá. ¡Se fue en moto con Pello! No podía ir sin él.
“¡El del perro, el del perro” escuchaba a todos cuando lo veían, lo que sin duda alguna lo llevó a darse cuenta una vez más del poder que tenía Pello para entrelazar vínculos de afecto y de cariño con la gente. Más que un canino, se convirtió en su fiel compañero de aventuras, con quien puede mostrar lo mejor de Colombia.