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La historia de Ángela: de robar a estudiar matemáticas y mototaxiar

La vallenata desde niña tuvo que soportar y luchar contra las adversidades de la vida que por fin parece sonreírle.

Desde que estaba en el vientre de su madre, Ángela Vilma Altamiranda Díaz ya había experimentado la desgracia: su mamá, horas antes de parir, le había propinado varios machetazos a una vecina porque, supuestamente, iba a agredir a su esposo, padre de Ángela. Le puede interesar: Lo matan frente a su hijo en Nelson Mandela: son 5 sicariatos en 4 días.

“Eso ocurrió porque el hijo de la vecina les robó a mis papás el televisor, el cilindro, otras cosas y lo descubrieron, en fin... mi mamá terminó presa por varias horas y de ahí fue a parirme”, empezó Ángela.

Su mamá era una mujer sumisa y religiosa y su papá, un camionero trabajador, pero consumidor de marihuana. Ángela recuerda que, cuando era pequeña, él llevaba amigos a fumar a la casa, y su mamá decía: “Ese humo le hace daño a la niña”, a lo que él le respondía: “Para que se acostumbre”.

Más adelante, sus padres tuvieron otra hija; a medida que ambas crecían, se agudizaban los problemas y finalmente sus papás se separaron. La madre, con el afán de aprender otro arte y dejar de lado el trabajo de limpiar casas, se marchó a Santa Marta para ser costurera, dejando a sus hijas –temporalmente– bajo el cuidado de una pareja de pastores evangélicos que vivían en una invasión llamada 9 de Marzo, en Valledupar.

Su expadrastro, a quien describe como un hombre “vividor”, la acosaba sexualmente cuando ella tenía 9 años.

“Mi papá, cuando quería vernos, llegaba como loco en el camión, entonces mi hermana y yo nos escondíamos debajo de la cama. Los pastores le negaban la entrada y se armaba una pelea... Cuando ya mi mamá vino, como después de un año, nos fuimos con ella. En ese entonces yo tenía 5 años y estaba en el colegio. Me sabía las tablas, era inteligentísima, tanto que me pasaron para segundo de primaria porque yo sabía mucho”, recordó.

Ya independizadas, la madre de Ángela Vilma empezó a prestar dinero con pagadiarios, y era tanta la deuda que tenía que hasta la hicieron huir de Valledupar a Rioacha, fue entonces cuando su mamá se enamoró de uno de estos sujetos, se marchó con él y las niñas se regresaron con su papá, pero como estaba soltero, cada niña quedó al cuidado de dos tías.

“Mi mamá tuvo un hijo con un tipo. Después nos vino a buscar para llevarnos a Rioacha, y allá se embarazó de otro hombre, el ‘famoso William’, con el que se fue cuando los pagadiarios estaban cobrándole. Yo tenía 9 años y ahí empezó mi calvario”, describió Ángela.

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Su expadrastro, a quien describe como un hombre “vividor”, la acosaba sexualmente. “Yo tenía 9 años y me dedicaba a cuidar a mis hermanos. Él intentaba conquistarme llevándome dulces, galletas, y a los otros no les llevaba nada, pero les compartía. En muchas ocasiones, cuando mi mamá salía a trabajar, él se la pasaba en calzones y me tocaba, después comenzó a pegarme con una cabuya mojada y le echaba sal cuando yo me resistía. Mi piel estaba marcada, mi mamá le dio autoridad para que me pegara, me cansé de la situación, le conté a mi mamá lo que estaba pasando y no me creyó. Ese día él lo negó todo y recibí los golpes más horribles, que ni mi papá lo había hecho conmigo”, contó.

Los problemas, definitivamente, eran de nunca acabar. Pese a que Ángela recurrió al auxilio de una vecina para que le ayudara de los acosos de su expadrastro, la madre insistía en que Ángela mentía y por esa razón aquella niña se marchó de su casa a los 12 años.

La historia de Ángela: de robar a estudiar matemáticas y mototaxiar

Grado de bachiller de Ángela Vilma en 2012.

“Me fui a donde una amiguita del colegio, pero mi mamá puso problema para que me echaran. En el colegio me hice amiga de los malandros y, sin nada a cambio, uno de ellos me regalaba el desayuno, el almuerzo, algunas monedas, y así sobrevivía”, relató Ángela.

Luego vino lo peor: al salir del colegio, se juntó con jóvenes pandilleros y en una de sus andanzas estuvo recluida en una correccional de menores en Valledupar. Al salir, se fue a la casa de su papá, quien ya tenía otra esposa con la que tuvo tres hijas.

“Era duro... cuando hacían comida, que nunca me faltó, me tocaba el cucayo con la salsa de la carne, porque no alcanzaba. Empecé a andar con amigas que me enseñaron a fumar marihuana, a coquetear, a hacer tantas cosas que en una de nuestras trabas una de ellas hizo que casi me ahogara en el río. Con el tiempo, a esas amigas las mataron”, recuerda Ángela.

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Ángela Vilma junto a otros dos amigos en el 2016.

Más adelante, empezó a juntarse con pandilleros, y en una de esas andanzas uno del grupo confesó que su tía se había ganado la lotería de 19 millones de pesos: el trato fue ingresar a la vivienda, hurtar el dinero y repartirse entre ellos los 10 millones, le dejarían a la tía 9 millones.

“Casualmente ese día yo no estaba en el robo, me andaban buscando para gozarnos el dinero y me fui con ellos para Santa Marta. Uno de los que planeó el robo era hijo de la mujer a la que mi mamá le dio machetazos cuando estaba embarazada de mí. En Santa Marta, él me pagó unas trenzas postizas, y como nos frecuentamos yo quedé embarazada, pero no sabía... me llevó a vivir a su casa, mi suegra me daba de todo para que me bajara el periodo, y yo en mi ignorancia me lo tomaba, pero el niño se sostuvo”, contó.

La historia de Ángela: de robar a estudiar matemáticas y mototaxiar

Las cuatro personas de abajo, incluyendo a Ángela de 13 años, son los sobrevivientes del robo en abril del 2002, pues al reto los mataron.

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Durante y después de su embarazo, a la edad de 17, Ángela empezó a sufrir maltrato intrafamiliar: “Tanto mi marido como mi suegra me pegaban”. Ángela empezó un emprendimiento haciendo dulces típicos en vasitos para venderlos en la calle y sostener a su niño, pero tiempo después quedó otra vez embarazada y con cada golpe se sentía más triste, así que empezó a tomarse todas las pastillas que encontraba a su paso con la intención de quitarse la vida.

“Estuve internada en una clínica y me recuperaron. Después, una cuñada de la mujer de mi papá apareció y me defendió de esa gente... peleó por mí. Me fui de esa casa con mis hijos y ella me dio posada en su casa, pero el papá de mis hijos allá iba a molestar, entonces le di a uno de los niños para que se quedara quieto y yo me quedé con otro. Después me fui de ahí porque ella vivía con sus hijas y un día se perdió un anillo... todas dijeron que fui yo y me fui”, recordó.

La historia de Ángela: de robar a estudiar matemáticas y mototaxiar

El antes y el después de Ángela Vilma Altamiranda.

Esta historia no termina aquí. La vida de Ángela atravesó pantanos tan oscuros y denigrantes que hasta estuvo presa por “robarle a un borracho” y “robarme un celular después de la audiencia”, pues dijo que eso se lo enseñó otro hombre que conoció y quien fue el padre del tercero de cuatro hijos.

Ángela llegó a prostituirse porque, en un punto de su vida, no tenía qué comer ni qué darle a sus hijos. “Me sentía muy sola porque mi mamá se fue a Venezuela y mi papá preso por un delito que no cometió: a la hijastra le diagnosticaron gonorrea, supuestamente, porque la mamá la vendía a otros hombres y acusaron a mi papá”.

La historia de Ángela: de robar a estudiar matemáticas y mototaxiar

Ángela Vilma, estudiante de Licenciatura en Matemáticas.

Ahora, a sus 33 años Ángela estudia Licenciatura en Matemáticas, es costurera y mototaxista. Aunque, confiesa, todavía no se ha liberado de algunos vicios, puede decir que su vida mejoró desde que conoció a Dios y se “liberó” al ser “reprendida” por un pastor: logró reencontrarse con su mamá en Venezuela, su papá vive cerca de su casa, pero padece de esquizofrenia y jamás dejó de fumar marihuana. Uno de sus hijos tiene síntomas de una ceguera que por fortuna han comenzado a tratar, y reconoce con orgullo que en uno de los lotes sin techo donde un día se acurrucaba con sus hijos cuando padecían la pobreza extrema, hoy la reconstruyó y es su casa propia. “La Vendedora de Rosas me queda chiquita”, reafirmó Ángela al finalizar la entrevista que, incluso, aún tiene tela por cortar.

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