En una reunión de amigos jamás imaginé que María nos confesara que su mayor temor sería algo poco común e irracional: le es imposible observar objetos de gran tamaño.
Si María quisiera pasearse por los sitios emblemáticos del Centro Histórico sabe que para no sufrir un ataque de nervios, lo mejor es evitar atravesar por el Muelle de los Pegasos, donde están las enormes esculturas de caballos alados, y ni hablar de la estatua de la India Catalina que mide cerca de 3 metros de altura sostenida por un enorme pedestal.
María sabe, incluso, que si algún día llega a París le resultará extenuante visitar el lugar que muchos anhelan conocer en el mundo: la Torre Eiffel... hasta podría sufrir un desmayo.
“Me sentí pequeña, asustada e indefensa. Comencé a llorar y mi mamá sólo decía que me calmara porque ella no entendía que yo realmente estaba asustada”, recordó María sobre su primera crisis cuando era niña, al ver la escultura de los pegasos en el muelle de Las Ánimas del Centro Histórico, siendo este el detonante que despertaría su extraña fobia. Ese miedo enfermizo se conoce como megalofobia y te contaremos de qué se trata.
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Según el sitio web Psicología-Online, la megalofobia es “la experimentación de un miedo intenso ante objetos de grandes dimensiones, esto es, por ejemplo ante edificaciones grandes como rascacielos, grandes automóviles como camiones, grandes construcciones como barcos o incluso ante objetos como grandes esculturas”.
La megalofobia no es común entre la población, aunque todos alguna vez hemos experimentado ese temor por objetos imponentes... Ahora María cuenta más de su experiencia.
¿Cuál es la reacción?
Antes, María cubría su rostro con sus manos al ver aquella escultura de los pegasos por primera vez, incluso, hasta corrió con temor hacia una dirección incierta. Ahora la situación es más controlada, pero sus nervios aún le pasan factura afectando su salud. Existe algo muy peculiar en quienes sienten temor a las cosas grandes y es la incomprensible sensación de verse muy pequeños.
Por alguna razón que aún no puede explicar, cuando María entra en crisis tiene la sensación de que la estatua podía moverse y aplastarla.
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De vacaciones
El año pasado María viajó a las paradisíacas islas de San Andrés con su familia. Idearon un itinerario para disfrutar al máximo de la isla y no podía faltar bucear por las profundidades del mar, sin embargo, no contaban con que a 8 metros de profundidad se hallaba una imponente estatua del dios de los mares. Al verla, María nadó lo más rápido que pudo hacia la superficie donde comenzó a presentar taquicardia, temblores, elevación de la presión arterial y dificultad para respirar, prácticamente un ataque de pánico que convirtieron su grato momento en uno desagradable.
Causas de la megalofobia
En este caso, muy al igual que otras fobias, se debe tener presente que no existe un único factor que la provoque.
Según expertos, puede tratarse de una causa genética de algún pariente que padezca un tipo de afección similar. Por otro lado, Ebiezer López, psicólogo especializado en orientación del comportamiento humano, explicó que modelos psicológicos como el cognitivo-conductual entienden esta fobia como una conducta aprendida, dicho de otra manera, la persona aprendería que los objetos de gran tamaño son de alguna forma peligrosos y por eso presentan las reacciones.
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¿Existe algún tratamiento?
Una de las alternativas más sugeridas por expertos en la ciencia psicológica, son las técnicas de exposición al estímulo tejido, por ejemplo, la desensibilización sistemática que consiste en exponer al paciente de forma gradual a eso que le causa miedo.
En otra instancia la intervención cognitiva también es una opción en el tratamiento de la megalofobia, y consiste en el análisis y modificación de pensamientos y creencias con respecto a lo temido. Y por último, el trabajo a nivel emocional, para descubrir y reprocesar de dónde viene la fobia, sugiere Hernández.
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