El peligro. Un día soleado común y corriente. Un andén de El Líbano, el barrio cartagenero. Un bus de servicio especial transportando de pasajeros a los asistentes al sepelio de un pandillero, delincuentes camuflados entre ellos. Un chofer, aparentemente, irresponsable. Un lavadero de carros escurriendo aguas sucias a la calle. ¿Cuántas cosas diferentes, de distintos orígenes, se encontraron en un doloroso punto? Todas esas cosas aisladas son el peligro si se le quiere ver así, si el destino las une tan abrupta e indeseablemente como las unió.
Lo último que recuerda Kelly Morelo Herrera es verse tendida sobre esa acera, con un dolor indescriptible, sobre ese charco de agua y su sangre diluyéndose en él, recuerda las caras de unos mototaxistas que la auxiliaron, en su memoria está fresco aún el visaje de aquel bus huyendo y unos tipos en el estribo trasero, con el bolso que le acababan de arrebatar a ella de sus manos, tras halarla, tumbarla y arrastrarla hasta aquellas llantas. Antes de desmayarse, Kelly recuerda verse la pierna izquierda malograda.
Kelly Morelo reside en el barrio El Líbano de Cartagena.
Un doloroso giro
De los siguientes tres meses de su vida, esta mujer, que entonces tenía 22 años, no es muy consciente. En la Clínica Barú sus familiares poco a poco le contaban, a medida que reaccionaba, sobre sus complicaciones, mientras su vida pendía de un hilo muy delgado y de las oraciones que los suyos elevaban al cielo, cuando los médicos decían que solo la mano de Dios la salvaría. Ella se aferró a la vida. Es una madre amorosa y por nada en el mundo quería perderse el hecho de ver crecer a su hija.
“Yo venía con una amiga de una cita médica. Íbamos por el colegio El Líbano, por el andén. No pensé que nada fuera a pasar, cuando el bus se adelantó hacia donde yo estaba: venían tres muchachos en el estribo, cuando el bus se me adelantó, el muchacho me jaló el bolso, para robármelo; yo intenté correr, me resbalé, me caí y me pasó la llanta doble del bus por la pierna”, relata sobre aquel horrendo día: el 8 de julio de 2015, exactamente el reloj marcaba las 12:15 del día. Su vida giró hacia un sombrío umbral de dolores que aún no cesa.
“Unos compañeros mototaxistas que me conocen persiguieron al bus -continúa-, que lo encontró la Policía por allá, en San Francisco, escondido, en un callejón sin salida. El conductor estaba ahí. Los que iban se bajaron por la Vía Perimetral”.
El relato de Kelly es pausado y es que, en realidad, no recuerda mucho más que la escena imborrable de su mente. Ese día iba a una cita de control para retirarse un dispositivo de planificación familiar que ya había cumplido su ciclo.
“Yo quedé un rato consciente - prosigue-, de ahí no supe más nada. Hubo un muchacho que me pegaba en los cachetes para que no me durmiera. De ahí no se más. Me enteré de que me llevaron a la Clínica Barú, porque ya después era que me iban comentando y así”.
El peligro. Un día soleado, común y corriente. Un andén. Unos sujetos en los estribos de un bus, donde nunca debieron dejarlos montar, porque está prohibido en las normas de tránsito llevar pasajeros en los estribos de los buses, porque quizá sucesos como este puedan pasar. Y_ un charco de agua sucia... “Estuve en UCI, duré dos meses grave porque tuve una fuerte infección. Cuando caí, caí en el agua del lavadero y cuando el bus me pasó por el pie, me quedó una herida que fue donde más me afectó. Eso me causó una fuerte infección”, explica, tocando en el aire aquella parte de ella que ya no está.
“Y bueno... después, yo salí de ahí (de UCI), me bajaron para piso, duré tres meses en la clínica porque tuve muchos problemas de salud, estaba entre la vida y la muerte, eso me perjudicó mucho (...) Los médicos le decían a mi mamá que era un milagro de Dios si yo me salvaba porque yo tenía una fuerte infección y no asimilaba los medicamentos (...) Cuando me amputaron la pierna, lo hicieron por debajo de la rodilla, inicialmente, pero como la infección iba corriendo fue que determinaron amputar la pierna completa. Los médicos decían que si yo no asimilaba los medicamentos y la infección me cogía los órganos, me mataba. Mi mamá se agarró de Dios y decía que la última palabra la tenía Él”, añade. Y nos habla sobre aquel rayo de luz en medio de su adverso destino. “Cuando yo salí, que ya se me iba pasando la anestesia, era que yo veía (la amputación). Pero como yo tengo una niña que en esos momentos tenía 6 años, yo decía que ajá, que lo que más quería era que me salvaran la vida... Yo quería ver crecer a mi hija”, afirma.
Volver a empezar
Como pudo, Kelly volvió a levantarse de la cama, solo tres meses después, con terapias, con la ayuda de su madre, de los suyos. Puso a marchar su único pie y una muleta.
“La verdad es que yo, antes de esto, era una persona muy alegre. Esto ha sido duro para mí, no puedo laborar, ahora tengo es ayuda de mi mamá, yo pasó es aquí, en la casa, y mi familia, que siempre me ha apoyado, me dice que le dé gracias a Dios pues estoy con vida”, describe. “Siento que en mi caso hace falta justicia -sostiene-, porque la verdad la persona que yo le puse mi caso, el abogado, que le brindé toda mi confianza, me defraudó, porque esa persona no hizo absolutamente nada, nunca me informó sobre las audiencias, es más: él le negó a su secretaria que me diera el número personal de él. No me daba respuestas de nada”, detalla.
Por fortuna, ahora Kelly Morelo se ha encontrado con un nuevo abogado que, al conocer lo triste e injusto del caso y al saber que ella es una persona de bajos recursos económicos, ha decidido ayudarla. Él es Luis Alfredo Castellón, quien trabaja para OM&C Abogados, un firma que se especializa en casos de accidentes. El abogado Castellón ha explicado que ha existido negligencia de la Fiscalía que, en seis años, ha sido incapaz de juzgar a los responsables de causar el accidente a Kelly y el caso penal por el delito de lesiones personales está a punto de cerrarse y ser archivado sin ser resuelto, algo que él intenta evitar.
Por si fuera poco, la empresa Solidaria, aseguradora del bus de servicio especial que atropelló a Kelly, nunca la ha compensado, ni le ha brindado la indemnización integral a la que tendría derecho. Hicimos varias llamadas a Solidaria para conocer sobre su postura en este caso y escribimos un correo electrónico del que no hemos tenido respuesta. “Lo más difícil es esta situación que estamos viviendo ahora, estoy pasando por un momento duro porque mi papá, que era el que me ayudaba, hace un mes que falleció. Pido justicia, pido que me ayuden, que el proceso salga adelante, que todo se esclarezca”, precisa Kelly. Y nos comenta que tiene otra lucha, también de seis años, pidiendo una prótesis. “Yo estaba en Comfamiliar, estaba gestionando ese proceso pero siempre me decían que la prótesis mía era cara, y que ellos no llegaban hasta allá. Hace tres meses me pasaron para la Nueva EPS y estoy al pendiente de la cita”, complementa.
Kelly ha decidido perdonar a quien le haya causado el accidente y continuar, aunque el camino no sea nada fácil y la vida pueda complicarse más. “Yo quisiera algo para salir adelante con mi hija, brindarle un mejor futuro. A ella también le afectó esto bastante, se me deprimió también. Cuando hacen reuniones en el colegio, ella a veces ni sale, porque los compañeros la molestan, le hacen bullying. A mí me gustaría como colocar una miscelánea aquí, en la casa, mi papá me iba a ayudar, iba a hacer un préstamo en el banco, pero falleció. Yo lo que pido es que se haga justicia”, finaliza la mujer cartagenera, a quien un día que no lucía peligroso le cambió por completo la vida.
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