“Tenía 19 años cuando entraron los grupos (armados) aquí, comenzaron con que hay que comprar algo, con que hay que hacer algún mandado y ahí nos fuimos metiendo sin saber que de pronto iba a correr peligro nuestra vida. Cuando ya nos vimos adentro, ya era tarde, no podíamos regresar. Eso fue por muchos años, estuve como 12 o 13 años”. Guillermo Olivera Causado habla bajo la sombra de un frondoso árbol sobre aquella guerra en la que consumió buena parte de su vida. Lleva puesta una gorra negra, una camiseta roja y entre sus manos sostiene un diploma. “En esa época el régimen de nuestros padres era trabajar. Ellos decían coge el lápiz, pero era el machete (el que cogíamos). Llegaron los grupos armados y nos reclutaron, entonces duramos mucho tiempo también por fuera, en la guerra”, refiere sobre las ya desmovilizas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc, ahora Farc-Ep). “En esa guerra se perdió prácticamente la juventud, no compartí con la familia. A mi papá lo perdí. La guerra no nos dejó estudiar”, añade. “Cuando se dieron -complementa- los procesos de paz y decidimos dejar las armas, miramos que fue muy bueno dejar esa vida que llevábamos, para ahorita reconciliarnos con aquellas personas que alguna vez les hicimos daño y pedirles perdón, podernos reconciliarnos e integrarnos a la sociedad, por eso estamos estudiando”. Y eso de estar estudiando le emociona, como también lo hace, dice, haber vuelto a las tierras de donde su familia (campesinos de la zona) salió despojada por veinte años. Ahora las han recuperado y las vuelven a trabajar. “En la actividad de hoy me siento muy bien, porque yo nunca pensé recibir una mención de honor por estudio, yo no hice ni primaria, pero ahora estoy en tercero, es como volver a los tiempos de la niñez, pero ya viejitos, pero con ganas de echarla para adelante, yo pienso que nunca es tarde para estudiar”, afirma a sus 52 años.
La actividad de la que habla es la entrega de certificados de Maestro intinerante, programa dirigido a personas en proceso de reincorporarse a la vida civil, de las Farc-Ep. Los 22 integrantes de este proyecto en la zona hoy reciben menciones de honor por haber superado un ciclo más en sus estudios. Son de las veredas El Respaldo y El Espiritano, del corregimiento de El Salado, en El Carmen de Bolívar, a donde hemos llegado en la mañana de un jueves bastante soleado.
El orgullo de estudiar
El trayecto a El Espiritano, desde el casco urbano de El Carmen de Bolívar, es una trocha pantanosa en épocas de lluvia pero que hoy está seca y con el paso del campero donde vamos se levanta un remolino de polvo que nos viste de amarillo ocre y también rocía a la vegetación del camino montañoso y serpenteante. El Land Cruiser modelo 71 parece desarmarse en estas vías, pero es de los pocos vehículos que las transitan. Sobre una de esas colinas se erige una construcción pequeña y de madera, ya algo maltrecha, que funciona como escuela. Hay globos, cadenetas, regalos, canciones y diplomas. Está el Alcalde de El Carmen de Bolívar, Carlos Torres, y otras autoridades.
Esta es la cancha de fútbol con que cuentan en la vereda El Espiritano.
Hoy, en el día de entrega de menciones de honor para los estudiantes, todos ellos adultos, visten de rojo. “La guerra no nos dejó estudiar, no estudiaba uno porque no podía, porque no había paz, por eso es que yo estoy estudiando ahora vieja, porque antes no había otra oportunidad”, sostiene Aleidis Montes Olivera, la única mujer en el grupo. Nos confiesa que fue uno de sus hijos quien la convenció de entrar al programa de Maestro intinerante, pues al principio no le agradaba la idea de que todos sus compañeros fueran hombres, pero muchos de ellos son parte de su familia, así que se sintió en confianza. “Principalmente me siento bien porque estoy estudiando, mi vida ha cambiado en muchas cosas, antes era pura dificultad, pero entonces uno va oyendo los consejos, uno tiene que saber estudiar, escribir y leer para seguir adelante”, afirma.
En el mismo salón ha recibido su mención de honor Jesús Torres Alvis, afirma que quiere “reconstruir el tejido social” despedazado por la guerra, pero quiere hacerlo con fútbol, aunque la única cancha de la vereda -a un lado del colegio- no está en las mejores condiciones. En esta mañana, a los jóvenes de la zona les han entregado implementos para el equipo de balompié con el que compiten contra otras veredas en torneos ocasionales. “Es excelente lo que estamos viviendo hoy, con el fútbol yo siento que vamos a recuperar todo lo perdido”, indica Jesús.
“Esto es muy gratificante para nosotros, en nuestra niñez no habíamos podido tener esta oportunidad que tengo yo, a los 40 años, es un esfuerzo que estamos haciendo porque ya en la edad de nosotros sí se nos dificulta, porque tenemos otras ocupaciones, pero estamos comprometidos con la educación para sacarla adelante. Me siento excelente porque nos estamos graduando de nuestro ciclo, me llena de orgullo y satisfacción y ojalá nos graduemos de bachilleres, esa es nuestra meta”, ahora quien habla es Freddy Torres Alvis, otro de los alumnos. Él también aprovecha para hacer algunos reclamos: “Primero que todo, mire cómo está la infraestructura del colegio, no merecemos esto aquí donde estamos, necesitamos una escuela digna, vías, necesitamos tierras, actualmente estamos sembrando para consumir, porque de aquí, de esta vereda no nos alcanza para el transporte de un bulto de yuca, entonces no vamos a sembrar para perder”, describe y añade: “Nosotros hacemos parte del proceso de reincorporación, hago parte de la Cooperativa Coomucar, ya ejecutamos un proyecto productivo, de $8 millones”.
Coomucar es un proyecto colectivo, conformado por 25 personas en reincorporación, de ganadería de doble propósito, con una financiación total de $200 millones de pesos del Gobierno nacional. “(Coomucar) se caracteriza por su buena estructura organizativa y le apuesta a los componente de levante y ceba de Terneros, así como a la comercialización de leche en los Montes de María”, describe el mismo Gobierno.
Ya afuera, bajo aquel árbol frondoso, Guillermo Olivera Causado, quien también hace parte de Coomucar, me comenta que están haciendo ganadería bajo los nuevos parámetros de conservaciones ambientales... “Acá no quemamos_(el campo), no echamos plaguicidas y es ganadería sostenible, sabemos que la vaca es de lo más contaminante y el enemigo número uno del medioambiente, entonces las mujeres convirtieron la boñiga de la vaca en abono”, sostiene.
Vivir de las abejas
Muy cerca de la escuela está la finca donde el proyecto de ganadería de Coomucar se desarrolla. Allí nos cuentan que la leche que producen se está convirtiendo además en otros productos derivados. Y también conocemos a José Rivera Causado: “Yo ingresé (a las Farc) como a los 19 y demoré como 9 años en la organización. Cogí ese camino porque prácticamente a mi familia me la masacraron, a mi abuelo lo asesinaron y lo incineraron en su casa en una finca; adolorido (...) por equivocación, uno se mete con eso y como estábamos en zona de influencia de grupo ilegales...”.
El proyecto con el que José ahora encara al mundo no tiene que ver con ganado. “Yo recuerdo que, cuando pequeño, en la finca de mi papá, producían miel y yo fui creciendo y viendo eso”, detalla. Así que se ha dedicado a un proyecto de apicultura, también con ayuda del Gobierno, que le está dando resultados.
La Agencia para la Reincorporación y Normalización reseña que, en Bolívar, 248 exintegrantes de las Farc-Ep adelantan su tránsito a la vida civil y el 72% cuenta con proyectos productivos. Actualmente, 95 de ellos tienen un aporte del Gobierno nacional por $1.616 millones. El de José es uno de esos proyectos. “Hoy en día no cambio esta vida que tengo por la que tuve en el pasado. Estoy enfocado en lo mío con mi familia”, sostiene. (Lea aquí: Las Vidas de El Salado- El Universal)
Epílogo
Cuando se fue a la guerra, reclutado por las Farc, Guillermo Olivera dejó a un niño pequeño, de un año. Su hijo, el único que ha tenido. Bajo la sombra del mismo árbol nos cuenta que ha sido lo mejor de volver a su vida, reencontrarse ahora con su hijo ya hecho un hombre. Ahora viven juntos y cultivan el mismo campo. “Cuidemos a nuestra niñez de no tomar los mismos malos caminos que nosotros tomamos, ese es el mensaje que puedo dar (...) Hemos ido luchando por recuperar ese tejido social que perdimos y por tener hoy una nueva vida para nosotros”, finaliza.
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