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El carnaval de Río bajo el zumbido del mosquito que contagia el zika

AFP

06 de febrero de 2016 03:59 PM

Una masiva multitud de gente semidesnuda y sudorosa podría parecer el paraíso para los mosquitos que transmiten el  zika, pero nada, ni siquiera una emergencia sanitaria declarada a nivel internacional,  puede detener el carnaval de Río.

Este fin de semana de carnaval concentra a más de un millón de personas en el abarrotado centro de la ciudad, para la fiesta callejera del Cordao da Bola Preta.

Un agitado baile a ritmo de samba que toca en vivo una banda desde lo alto de  un camión que sirve de escenario, mueve en la calle a un caleidoscopio conformado por  miles de piratas, vikingos, gatos, conejos, payasos, cavernícolas, faraones, bebés,  insectos, mariposas ... es mucha, mucha piel.

Las mujeres con diminutos pantalones y los hombres sin camisa o con  camisetas sin mangas, pueden sumar unos dos millones de brazos desnudos y otro  tanto de piernas de donde elegir, es un buen menú para cualquier mosquito.

Pese a la preocupación internacional sobre la posible relación, aún no  probada, entre el zika y el incremento de bebés con microcefalia o la posibilidad de que  la picadura provoque un trastorno neurológico poco frecuente y potencialmente mortal, el  temor parecía ser tan mínimo como la ropa.

 "No tengo miedo", dice Cristiane Ruiz, de 30 años, con pantalones cortos de mezclilla y la parte superior de un bikini de color naranja que cubre muy poco.

"No creo que una zona de la ciudad como ésta sea buena para los mosquitos,  porque no hay mucha vegetación" apunta mientras observa a su alrededor los altos  edificios y las calles bordeadas por palmeras.

Al igual que muchos de los entrevistados por la AFP, esta mujer dice que no se ha molestado con cargar un repelente de insectos. Los ocupados vendedores ofrecen  cerveza, agua helada y hasta disfraces a la multitud, pero ninguno parece tener repelente  de insectos.
        
Los mosquitos pican a los pobres
La creencia de que el zika pueda provocar microcefalia - es decir cráneos  anormalmente pequeños - en los recién nacidos de madres infectadas, ha impulsado a  varios gobiernos a advertir a las mujeres embarazadas que eviten viajar a gran parte de  América Latina.

 La Organización Mundial de la Salud ha declarado una emergencia, aunque  sin confirmar todavía los temores de que el virus también pueda ser transmisible a través  del semen, la sangre e incluso la saliva.

Colombia, el segundo país más afectado después de Brasil, registra hasta  este sábado más de 22.600 infectados por el virus zika, 2.800 de ellos embarazadas.
 El viernes, Colombia confirmó las tres primeras muertes asociadas al zika.

En el epicentro del zika, Brasil está luchando contra los mosquitos de forma  simultánea a sus insistencias en que los turistas no enfrentan un peligro real, ya sea  durante el Carnaval o cuando vengan a Río en seis meses para los Juegos Olímpicos.

Las autoridades dicen que están erradicando el agua estancada donde se  reproducen los mosquitos, fumigando estadios y aconsejan a los atletas y aficionados a  usar ropa de manga larga, cerrar ventanas y aplicarse repelente.

Pero en la fiesta callejera en el centro de Río - sólo una de las múltiples que  tienen lugar a lo largo de la ciudad este sábado- Luiz Marinho, de 51 años, expresa  convencido que la guerra contra los mosquitos no se extiende a los barrios menos  glamorosos.

"Aquí, en el centro el alcalde hace todo lo necesario. Es perfecto. No hay agua  por aquí, no hay basura. Habrá basura después de esta fiesta, pero es asfalto y sólo con  accionar la manguera podrán dejar limpio el lugar", dice Marinho, que trabaja en un  hospital público y lleva un chaleco de lunares.

 En las favelas de Rio, donde los pobres viven apretados en calles estrechas  con pocos servicios públicos, "tenemos los verdaderos lugares de reproducción de los  mosquitos", agrega. "Tenemos agua estancada alrededor e incluso sin un alcantarillado  básico".

"Usted no va a ser picado aquí", interviene alegre su esposa Valeria Marinho,  de 43 años, que luce una minifalda con los mismos lunares. "Tal vez alguien aquí tenga una piscina donde podrían estar los mosquitos",  riposta su marido.

        
Bésame sin preocupaciones        

El carnaval, como su mismo nombre lo dice, es una fiesta que da la  oportunidad de lanzar una cana al aire. Este año, con el zika, una recesión profunda y un  sombrío escándalo de corrupción, la necesidad de desahogarse parece ser mayor.

A pesar del flujo de alcohol, el calor y la multitud, la gran fiesta de Bola Preta no tuvo mayores incidentes. Los informes de televisión señalan apenas un puñado de  peleas o intentos de robo. Cuando un hombre fue detenido después de ser perseguido  por la policía, los agentes fueron aplaudidos por la multitud.

Cuando el cortejo de camiones que transportan la banda que toca en vivo, el  sistema de sonido masivo y un grupo de bailarines, la multitud estalla en un frenesí de  baile, saltos y movimientos al unísono.

 Hasta los gigantescos vehículos empiezan a temblar al ritmo de los latidos. La  buena onda, no deja lugar a preocupaciones, manifiesta Felipe Nazaret, un trabajador  bancario de 22 años de edad, apenas vestido con una malla.

Cuando le preguntaron si se había puesto repelente, sacude la cabeza y  suelta la risa citando una famosa línea de una canción de samba que dice: "El que me  protege, nunca duerme".

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