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Habitantes de Okinawa están cansados de las bases de EE.UU.

AFP

13 de noviembre de 2009 12:01 AM

Contaminación, ruido, accidentes, violaciones: los habitantes de la isla de Okinawa, que alberga la principal base norteamericana en Japón, están hartos de los soldados estadounidenses y piden al Gobierno japonés que haga salir a los “boys”, que soportan desde hace 60 años. Más de 20.000 habitante de Okinawa protestaron, adelantándose a la visita del presidente estadounidense, Barack Obama, que hoy debe llegar a Tokio. “¿Por qué Okinawa?”, se indigna Hiroshi Ashitomi, organizador de un campamento de protesta en la bahía de Henoki, en el noreste de la isla, donde podría construirse una nueva base. Japón y Estados Unidos firmaron en 2006 un acuerdo de redespliegue de la presencia estadounidense, que prevé el traslado de la base aérea de Futenma, situada actualmente en una zona urbana de la isla, a la bahía de Henoki. “Que cierren primero la base antes de hablar del lugar donde reconstruirla”, lanza Ashitomi, ex concejal de la ciudad. Como él, numerosos habitantes de Okinawa tienen la impresión de que su isla ha pagado con creces la factura de las tumultuosas relaciones entre Japón y Estados Unidos. A TRAVÉS DEL TIEMPO La isla fue escenario de una de las más sangrientas batallas de la Segunda Guerra Mundial. En ella perdieron la vida unas 200.000 personas, la mitad de ellos civiles, algunos de los cuales fueron obligados a suicidarse por el Ejército imperial japonés antes que rendirse al enemigo nortea-mericano. Administrada desde entonces por Estados Unidos, la isla fue devuelta a Japón en 1972, pero sigue acogiendo tres cuartas partes de las bases y la mitad de los 47.000 soldados norteamericanos presentes en el archipiélago en nombre de un tratado de seguridad entre los dos países. Situado estratégicamente cerca de China, Taiwán y la Península Coreana, este pequeño territorio es apodado “el portaaviones insumergible” de Washington. Pero la concentración de soldados ha estado acompañada desde 1945 de violaciones y crímenes, que indignan especialmente a la población porque el estatuto especial de los militares estadounidenses limita las prerrogativas de la Policía japonesa. LA ESPERANZA Las maniobras militares incrementan el riesgo de accidentes, como cuando en 2004 un helicóptero estadounidense se estrelló en el patio de una universidad. Sin contar las consecuencias ecológicas del asfaltado y las masivas construcciones de hormigón en esta isla tropical. Los habitantes de Okinawa recuperaron la esperanza tras la llegada al poder en septiembre del primer ministro Yukio Hatoyama, cuyo partido de centro-izquierda puso fin a más de 50 años de Gobierno conservador y a la política de sumisión a la diplomacia estadounidense. Hatoyama, que prometió establecer una relación más equilibrada con Washington, deberá mostrarse “claro y directo” con Obama, advierte Tetsuro Kato, politólogo de la Universidad de Hi-totsubashi. “De lo contrario, no podrá solucionar el problema de las bases”, agrega.

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