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"íLevántate, no tengas miedo!": el milagro de Juan Pablo II en Costa Rica

AFP

05 de julio de 2013 05:22 PM

Con el retrato de Juan Pablo II detrás y un rosario en el pecho, Floribeth Mora, la costarricense cuyo milagro de curación elevará a los altares a Karol Wojtyla, narró este viernes su testimonio: "Oí su voz que me decía: íLevántate, no tengas miedo!".
Sin poder contener las lágrimas, Floribeth, de 50 años, sentada junto a su esposo Edwin Arce y jerarcas de la Iglesia Católica, besó el rosario, se persignó y empezó a relatar ante las cámaras su inexplicable sanación de un aneurisma cerebral, ocurrida la misma noche de la beatificación de Juan Pablo II, en mayo de 2011.
"El Señor me vio con ojos de misericordia y por intercesión de Juan Pablo II miró a esta mujer indigna y me sanó", expresó en la abarrotada conferencia de prensa en el Arzobispado de San José, en la capital costarricense.
Floribeth, una mujer blanca y medio rubia, de buen semblante, rompió este viernes el silencio impuesto por el Vaticano, luego de que el papa Francisco firmara horas antes el decreto en que reconoce la atribución del milagro que llevará a la canonización de Juan Pablo II.
En la rueda de prensa, el neurocirujano Alejandro Vargas contó que el 13 de abril de 2011 le diagnosticó a Mora un aneurisma fusiforme en el cerebro luego de una serie de exámenes especializados, y tras consultas, incluso con colegas de Latinoamérica y España, se optó por un tratamiento conservador, sin cirugía por el riesgo de muerte.
"Yo tenía miedo, pero esa es mi parte humana, porque la fe siempre la he tenido. Tenía un miedo terrible a morir y dejar a mis hijos y a mi esposo. Pero siempre he sido muy creyente y tengo un profundo amor a Dios", expuso Floribeth, vestida de negro y discretamente maquillada.
En su casa, siguió un tratamiento básico, incluidas pastillas para dormir, contó. Pero la noche de la beatificación no pudo ir al Estadio Nacional donde los católicos verían la transmisión de la ceremonia, y debió seguirla desde su cama por televisión, con profunda devoción.
"A la mañana siguiente me desperté y escuché una voz que me decía: íLevántate. No tengas miedo!. Y yo dije, sí Señor. Desde ese día, me paré de esa cama, estoy bien y estoy aquí", narró emocionada."
"¡QUÉ REGALO DE DIOS!"
Visiblemente complacido, el médico detalló que la paciente fue sometida el 11 de noviembre de 2011 a nuevas pruebas especializadas. "Me sorprendí: no existía el aneurisma, el árbol arterial cerebral estaba totalmente normal", manifestó Vargas, quien fue interrogado por expertos del Vaticano durante el proceso.
"íQué regalo de Dios! La emoción es enorme, porque Dios dirigió su mirada de misericordia a un país tan chiquito y nos bendijo con un milagro. Esto es también un mensaje de que él quiere que Costa Rica siga siendo católica", exclamó monseñor Hugo Barrantes, arzobispo de San José, también en la rueda de prensa.
Para el proceso, la mujer fue llevada a Roma y sometida a los mismos exámenes, que confirmaron su sanación total.
Floribeth, quien tiene cuatro hijos, nació en un barrio marginal del sur de la capital y vive en Dulce Nombre de La Unión, en la provincia de Cartago, a unos 25 km al noroeste de la capital, un pequeño y apacible pueblo entre colinas, hoy conmocionado con la noticia.
"Todo esto nos unió más como familia, nos hizo más creyentes, ver que tan cerca de uno ocurrió un milagro, en mi propia madre", comentó Edwin Arce, de 20 años, uno de sus hijos.
El canciller de la Curia Metropolitana, Daniel Blanco, explicó que sólo falta que el papa Francisco comunique la fecha de la canonización, posiblemente a fin de año, una ceremonia para la cual Floribeth viajará a Roma y llevará las reliquias del nuevo santo.
Juan Pablo II, fallecido en 2005, fue proclamado beato tras el reconocimiento de un milagro en una monja francesa, pero para su canonización era necesario que se comprobara un segundo milagro.
"No hay muchas explicaciones, las médicas están ahí, las de Dios están aquí. Dios existe, hay mucho milagros y yo soy uno", destacó Floribeth, antes de regresar a su pueblo.
En Dulce Nombre los vecinos la esperan para rezar un rosario frente al altar que ella levantó en el pasillo a la entrada de su casa: un retrato de Juan Pablo II rodeado de velas y flores.

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