Latino América


La policía reconquista las favelas más olvidadas y peligrosas de Río

AFP

06 de agosto de 2013 10:37 AM

En la cima de un morro, una casa destruida y con cientos de impactos de bala, hasta hace pocos días tribunal del narcotráfico, es desde esta semana una de las nuevas bases de la Policía en la favela Mangueirinha de Río de Janeiro.

Por primera vez en la historia, la Policía entró para quedarse en esta barriada de la Baixada Fluminense, alejada de la playa y de los lugares turísticos, donde la pobreza no perdona.

A pocos pasos de esta casa en escombros donde los narcotraficantes practicaban tiro y hacían la ley, juzgando y ejecutando a sus víctimas, los cerdos se revuelcan en la basura. Perros callejeros saltan junto a niños descalzos, que remontan coloridas cometas. Una mujer de unos 60 años, sin dientes pero con las uñas de los pies perfectamente pintadas de granate, con pequeñas flores doradas, apunta a un rancho construido con cartones: "Este es mi apartamento de lujo", dice, arrancando carcajadas entre los vecinos.

Un total de 180 policías patrullan día y noche desde esta semana las calles de Mangueirinha y otras tres favelas vecinas: Sapo, Santuario y Corte 8, consideradas entre las más peligrosas de Rio. En pocos días, han arrestado a 25 sospechosos.

"A esta gente le falta todo. Almuerzan sin saber qué van a cenar", cuenta a la AFP el comandante Ranulfo Brandao, del Batallón de Policía Militar de Duque de Caxias, del cual depende la operación.
    "Peor no puede ser"

Decenas de policías inspeccionan su nueva base -dos baños químicos en el medio del descampado, adonde próximamente llegará un contenedor que servirá de oficina- y retroceden para esconderse de disparos de fusiles provenientes de las favelas, sobre las cuales tienen una vista de 360º.

Estas barriadas y otras de la Baixada Fluminense son hoy refugio de decenas de narcos que huyeron de las favelas reconquistadas por la Policía desde 2008 en la zona sur, la más turística de la ciudad, así como del Complexo do Alemao y de Penha, de cara al Mundial-2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.

"Sí, hubo migración, pero no tanto como la gente dice. También hay delincuentes locales", afirma el comandante Brandao.

"Hay niños de 12 años que hemos detenido armados. Si llegan a cumplir los 25 o 30 años, son jóvenes con suerte. A esa edad, la mayoría están presos o están muertos, incluso hasta por los suyos, por ejemplo, si erran en las cuentas", afirma.

Como sus vecinas, Mangueirinhas estaba controlada por la temida facción del narcotráfico Comando Vermelho.

Un vecino intenta reparar un descascarado Volkswagen Escarabajo con cinta adhesiva negra. "¿Qué pienso de la Policía? Peor que antes no puede ser", dice Paulino Dantas, de 60 años, camisa abierta hasta el ombligo. "Los niños no podían salir a la calle. Y yo tampoco, sin arriesgarme a recibir un tiro", relata.

El NARCOTRÁFICO "DEBILITADO"

La policía admite que no puede acabar con el narcotráfico, pero Brandao asegura que el Comando Vermelho "ya está debilitado".

El objetivo es "acabar con la ostentación de armas de fuego, y con el ruido de los bailes funk", llenos de traficantes armados, afirma. Y añade: "también que entren los servicios de limpieza, la luz, tapar los agujeros de las calles, solucionar los problemas de agua, de aguas servidas a cielo abierto".

Muchos vecinos no tienen ni un balde, y tiran toda su basura por la ventana.

"La vida aquí es difícil. Uno nace con la mente en el crimen, convive con el narcotráfico, y ¿qué va a hacer? Tiene que bajar la cabeza", dice Bruno de Oliveira Palmeira, un desempleado de 19 años que antes trabajaba reparando neumáticos.

"Nunca creí que la policía llegaría hasta aquí. Ahora creo. Antes por esta calle no subía la ambulancia, no subía el basurero. Ahora podrán hacerlo", afirma, sonriendo ante la posibilidad de que su barrio tenga en el futuro "un puesto de salud, una guardería, un centro de deportes".

La policía se instaló de forma permanente en la Baixada Fluminense por primera vez en setiembre de 2012, en la favela de Chatuba, tras el asesinato de nueve jóvenes por parte de narcotraficantes. 

Las autoridades no prevén implantar por ahora una Unidad de Policía Pacificadora (UPP) en Mangueirinhas, como ha sucedido en otras favelas.

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