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Minas antipersonal: huella imborrable en Las Malvinas

COLPRENSA

02 de abril de 2012 04:33 PM

Codhed, es de Zimbabwe, tendrá a lo sumo 35 años de edad, aunque en apariencia demuestra menos porque no es igual de corpulento al resto de sus compañeros.
A las Islas Malvinas llegó en la alborada de este año, el primero de enero. Aunque está desde esa época en la isla, casi un mes después entró por primera vez a uno de los cinco bares que está en Staley.
Lo hizo en compañía de los 17 compatriotas que le acompañan en la singular y única labor que hacen estos extranjeros en la isla, desminar los campos que quedaron inhabilitados por las mina antipersonal que sembraron en los 74 días de la guerra los argentinos, en 1982, cuando se enfrentaron a los ingleses por la propiedad de este territorio.
En ese momento festejaron por unas horas con los isleños una tarea que hacen con la empresa inglesa Bac Tec, la cual tiene en misión a Gay Lucas y los zimbabwenses para limpiar una porción de tierra de 2 millones metros cuadrados.
Lucas, también inglés, comparte sin mayor dificultad con sus empleados. A simple vista demuestra que las canas que le matizan su cabellera le han salido por la amplia experiencia que ha tenido en el desminado de zonas en Afganistán, Irán y Kosovo.
Aunque en esta oportunidad la situación fue menos riesgosa, el nivel de responsabilidad fue máximo.
Al recorrer la isla es frecuente encontrar avisos en las carreteras que le advierten al viajero que hay campos minados, y un par de metros más al fondo un largo y interminable cercado en alambre con más avisos en ese sentido.
Los únicos que se atreven a pasar por allí son los patos, de ellos no sabe si caen de seguido, pero en los humanos el último que murió fue diez años después de la guerra y otros pocos resultaron heridos.
Hemos limpiado el terreno de los materiales posiblemente explosivos o que hayan quedado de los combates que generen algún tipo de riesgo”, dice el experto tras recordar que pese a eso en la isla se mantienen más de 20 mil minas sembradas. La mayoría de ellas instaladas por el ejército argentino en su afán por apoderarse de la isla, y otras, muchas menos, por los ingleses.
Incluso es tan evidente su rechazo a esa instalación de estos explosivos, que los británicos tienen en el museo de la guerra, en San Carlos, un manual que usaban los soldados gauchos para instalarlas y varias muestras de estas en los diferentes tamaños que les emplearon.
El diputado Dikc Sawle, empresario dedicado a la política y quien en el pasado fue profesor de español, dice que aún persisten cientos de zonas más en las islas en donde no se podrá transitar, y tan sólo unas cuatro cerca de la ciudad, Stlaney.
Aunque optimista porque se recuperan esos campos, el diputado sabe que no será muy fácil, “las minas están todas activas, son plásticas…;”.
Y a diferencia de otros países, incluyendo Colombia, en donde también se está en la lucha de retirar las trampas que amputan y matan a miles de personas; en las Malvinas (Falklands) el sentimiento de sus pobladores es que mejor se debe brindar esa ayuda en otras naciones que sufren más esa situación.
Así lo dice el gobernador del archipiélago, Nigel Haywood, al asegurar que el año anterior cuando se definió esa intervención que se hace como unos de los compromisos posteriores de la guerra de limpiar esos objetos, fueron muchos los comentarios en tal sentido.
Las maletas de Codhed y sus compañeros ya están listas para salir el sábado. Son ligeras y poco voluminosas, saben que van a Londres, para partir de allí pronto a otro lugar en donde requieran de lo peligrosa y arriesgada que debe ser su labor para quitar minas explosivas como estas.

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