La destitución y posterior detención del presidente de Perú, Pedro Castillo, después de haber intentado perpetrar un golpe de Estado, es un mensaje aleccionador para todos los pueblos de América Latina.
Y vuelven los peruanos a demostrar que no se dejarán arrebatar el camino hacia la democracia, contrario a lo que han vivido los argentinos, quienes por años han soportado gobiernos populistas que, incluso, han producido mandatarios con condenas por presunta corrupción. La Policía del Perú también merece admiración, pues ha preferido el camino de la legalidad, al de las veleidades políticas.
Que vuelva la calma a Perú.