Columna


2018: más gritos, fuego y furia

RICARDO TROTTI

13 de enero de 2018 12:00 AM

A juzgar por cómo empezó, el 2018 será a puro gritos. El estilo lo impone el presidente Donald Trump. Comenzó exclamando furioso que es “realmente inteligente” y un “genio muy estable” en contra de Fuego y Furia, el libro de Tom Wolff que lo define demasiado vacilante y no apto mentalmente para gobernar.

El año pinta que las formas primarán sobre la esencia, que la discusión polarizada se sobrepondrá al diálogo. Habrá más negro sobre blanco que matices de grises. Todos quieren tener razón, ser influyentes y tener impacto. Se seguirá desdeñando el perfil bajo, a quienes eluden las controversias o hacen magia para proteger su intimidad. De ahí las críticas furibundas contra Enrique Iglesias y Anna Kournikova por ocultar el embarazo o construir un muro para bloquear a paparazis y curiosos.
El mayor desafío del año tendrá que ver con el ruido del griterío grosero y entender por qué la libertad de expresión, la censura y la autorregulación no son elementos que se pueden aplicar a todos por igual. Hay personas con menos derechos y personas con más obligaciones.

Acertada fue la explicación de Twitter ante una avalancha de gente que frente a su edificio en San Francisco pedía que apaguen la cuenta de Trump por sus tuits que rayan con la apología de la violencia, la discriminación y el incentivo del discurso de odio o por haberse enfrascado en una discusión infantil con el líder norcoreano sobre quién tenía sobre el escritorio el botón nuclear más grande y destructivo.

En un comunicado sobre “Líderes mundiales en Twitter”, la red social, que censura cuentas de cualquier hijo de vecino por esas infracciones, argumentó que no los bloqueará por el “enorme impacto” que tienen y por su papel relevante en la “conversación global y pública”.

Pese a los detractores de los dichos de Trump, hay que comprender que la libertad de expresión no puede aplicarse a todos por igual. Es verdad que quienes tienen mayor popularidad y responsabilidad no pueden decir lo que quieren o sienten sin sopesar los efectos de sus palabras. Pero si lo hacen, ya sea incentivando la violencia o el discurso de odio, no se les debería censurar por la misma relevancia de sus dichos y pensamientos. Es más, sus expresiones o el fuego y furia que salen usualmente de la boca de Trump, como su desprecio último sobre inmigrantes haitianos, salvadoreños y africanos que se sumó al de mexicanos y musulmanes, al fin y al cabo, sirven como elementos de transparencia y de rendición de cuentas de su gestión.

No hay dudas que Trump es incorregible y seguirá apegado a su estilo pendenciero. El desafío mayor lo tiene la Casa Blanca. Este año deberá mejorar su estrategia de comunicación, si no quiere que los fuegos que propaga Trump, sigan desviando la conversación sobre asuntos esenciales, además de sepultar sus logros económicos y políticos.

MENSAJES Y SOCIEDAD

RICARDO TROTTI
trottiart@gmail.com

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