Columna


A revisar

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ P.

15 de mayo de 2021 12:00 AM

La semana pasada los periodistas Rafael Puello Montero y José David Ramos, en su espacio virtual La Ruta, propiciaron un debate interesante sobre la monumentaria de Cartagena, mediante el cual nuevamente pusieron en el tapete la necesidad de hacer una revisión respetuosa de la historia de la ciudad.

Por supuesto, esa revisión incluye el establecer con claridad cuáles fueron las razones que llevaron a la clase dirigente del siglo pasado a levantar estatuas a ciertos personajes, de los cuales las nuevas generaciones no tienen muchas pistas sobre lo que realmente significan para esta capital.

Por tales razones debe tenerse claro que el montaje de monumentos debería estar respaldado por la opinión general y no por la de un sector pequeño, casi siempre motivado por intereses que no siempre comparte la colectividad.

La creación e instalación de un monumento también debe estar respaldada por el agradecimiento, orgullo y sentido de pertenencia que la comunidad sienta sobre el personaje o tema al que se le esté rindiendo homenaje, aspecto desde el cual se puede inferir que la mayoría de la monumentaria cartagenera constituye un equívoco histórico, que todavía podría corregirse.

Lo anterior supone que, en el futuro, si se piensa bautizar una plaza con el nombre de un artista, por ejemplo, se revise bien su trabajo y se determine si fue de alta calidad, qué aportó al mejoramiento de la ciudad o si fue realmente original su propuesta estética, etc.

Partiendo de esa premisa, lo más sano sería revisar, verbigracia, cuál fue la real participación de ciertos personajes de la élite cartagenera durante el proceso de emancipación de la corona española, lo mismo que el real concurso de hombres y mujeres de las zonas populares.

Igualmente, no tendrían que destruirse las estatuas de Pedro de Heredia y de Cristóbal Colón (símbolos de la ignominia), pero sí desplazarlas hacia un sitio menos honorífico, dando a conocer los crímenes y usurpaciones que protagonizaron en nombre de la expansión ibérica en las Américas.

El apelar a la opinión colectiva para renovar nuestra monumentaria, sería un paso importante en la consecución del respeto mutuo, que finalmente convertiría a Cartagena en una ciudad de paz, como siempre lo hemos creído, aunque sin mucho fundamento.

Si todo eso se tiene en cuenta, entonces no estaríamos muy lejos de adornar nuestros espacios más visibles con las estatuas de Luis Carlos López, Daniel Lemaitre, Raúl Gómez Jattin, Joe Arroyo, Pambelé, Abel Leal y Rocky Valdez, entre otros, que deberían ocupar el puesto que, desde hace años, la clase dirigente otorgó a farsantes que no hicieron otra cosa que avergonzarnos ante el mundo.

*Escritor.

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