Columna


Adoración a Dios

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

06 de enero de 2013 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

06 de enero de 2013 12:00 AM

Hoy celebramos la epifanía, la gran manifestación al mundo de Dios en su Hijo Jesucristo, Mesías y Salvador. Unos magos de Oriente llegaron a Belén guiados por una estrella a adorarlo poco después de su nacimiento. “Al entrar en su casa, encontraron al niño con María, su madre, y se postraron ante él. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra”*. A partir de allí millones de personas se dejan guiar por la estrella de la fe y encontraron el sentido de su vida siguiendo y adorando a Dios, en su Hijo Jesucristo.
Cada año revivimos y actualizamos los hechos pasados. Algunas personas, al igual que los reyes magos, siguen atraídos a la majestad de Dios, quien se expresa en un sencillo e inocente niño a quien le ofrecen oro, incienso y mirra, sus riquezas, sus oraciones y sus sacrificios para ayudar a construir un mundo en el que se le reconoce a ese Niño el poder y la gloria y todo se le pone a sus pies. Muchísimas personas trabajan arduamente por hacer conocer a Jesús y su evangelio de vida, y por irradiarlo en las realidades cotidianas.   
La batalla espiritual que se puso en evidencia con Herodes y luego el asesinato de muchos niños inocentes por temor al poder que Jesús instauraría en el mundo, sigue manifestándose en las persecuciones en el mundo, a muchos de quienes defienden a Jesús, sus principios divinos y modo de vida al que invita a sus seguidores, causadas por quienes tienen otros intereses contrarios a los que Dios nos propone.
Jesús puso primero el amor, el servicio, el bien, la bondad, el perdón, la reconciliación, la misericordia, la justicia y prometió que todo lo demás se nos dará por añadidura. En cambio si nos dejamos engañar por falsos ídolos como el dinero, el poder, el placer, y por ellos desplazamos a Dios de su lugar central, vivimos una vida de apariencias, no tenemos felicidad y poco a poco iremos perdiendo todo.
Después del gozo que experimentaron al ver a Jesús, los reyes se llenaron de valentía y se fueron sin hacer conocer a Herodes el sitio del Mesías. Hoy a muchos les da vergüenza expresar su adoración a Dios y creen que muestra debilidad. Se requiere valor para dar testimonio de la fe, la esperanza y el amor que Dios nos regala para darle sentido trascendente a nuestra existencia, llenarnos de sentido y entusiasmo. Cuando no comprendemos la adoración a Dios es porque no le hemos  abierto el corazón y no hemos experimentado la transformación interior que ofrece su Espíritu Santo, quien todo lo renueva y hace florecer y enciende el alma con gratitud y amor.
Iniciemos este año llenos de alegría y entusiasmo, con metas claras, una gran fe en Dios, poniendo nuestra vida en sus manos, ofreciéndole todo lo que somos, tenemos y hacemos para que sean instrumentos de su amor y propiciemos un mundo mejor en el que reine su amor, su entendimiento, su justicia y su paz.
Desarrollemos al máximo nuestros talentos y entreguémoslos al servicio de los demás para que contemos con una existencia próspera y feliz.
*Mt 2, 12

*Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial.

judithdepaniza@yahoo.com

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