El mundo ha enfrentado la pandemia con tres estrategias: eliminación o COVID CERO; supresión y mitigación; y estrategias de transmisión no controlada. La evidencia demostró que los países que implementaron las dos primeras, juiciosamente, han tenido una mortalidad 25 veces menor con un mejor producto interno bruto. El éxito se basa en tres pilares: gestión de fronteras; PRASS (pruebas, rastreo y aislamiento selectivo y sostenible); y población responsable (distanciamiento, tapabocas, evitar aglomeraciones, higiene de manos). En Colombia no lo hicimos con el rigor necesario. Con las resultas que, luego de más de 100.000 fallecidos, estamos en el peor momento de la pandemia: el número y porcentaje de contagios es gigantesco, los fallecidos diarios sobrepasan los 500 hace muchos días, y creciendo; caos por desabastecimiento de insumos, medicamentos y tecnologías; las enfermedades transmisibles y no transmisibles están pasando cuenta de cobro por el desatino de haberlas desatendido; y, como si fuera poco, el post COVID se agiganta. En resumen, el colapso del sistema sanitario. Y en ese escenario dantesco, Gobierno, empresas y comunidad en general, como nunca unidos, están de acuerdo en la apertura. Tengo para mí que somos el único país que tiene problemas tan graves que la pandemia carece de importancia. Y hasta razón tendrá. Colombia ha vivido por décadas en una sindemia, la suma de todos los males: corrupción, desempleo, desigualdad social y una larga lista de etc. que hoy nos pasan factura agigantados por la COVID. Pero, tal vez, el peor ha sido la violencia fratricida que nos permite, hoy, seguir la vida como si nada.
Países con menor porcentaje de contagios, pocos fallecidos, baja ocupación de UCI y un programa de vacunación oportuno y eficaz siguen tomando medidas de restricción. Nuestra apertura es una ruleta rusa. Por estas calendas, hace 84 años, Georges Surdez publicaba su “Ruleta rusa”. Cuando se introduce una bala en un tambor de revólver de 6 y se dispara, la probabilidad de fallecer es de uno en 6 (16,6%). En nuestra modificada, y perversa, ruleta colombiana quien manipula la pistola es todo aquel que no cumple las medidas de distanciamiento, pero el muerto puede ser uno o muchos otros, un familiar, un amigo o cualquiera. La letalidad es del 3% pero, en grupos de riesgo, puede ser mucho mayor.
Cuando su país llegó a 100.000 fallecidos Boris Johnson asumió la responsabilidad y, compasivamente, afirmó: “Lamento profundamente todas las vidas que perdimos”.
Hoy, no parecería que los responsables en Colombia dijeran algo así, pero, lo mínimo sería que, como estrategia de supervivencia, nos unamos para garantizar una apertura más segura.
*Profesor Universidad de Cartagena.
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