Columna


Aporofobia: El origen del mal

ENRIQUE DEL RÍO GONZÁLEZ

23 de mayo de 2023 12:00 AM

“El problema no es entonces de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza. Y lo más sensible en este caso es que hay muchos racistas y xenófobos, pero aporófobos, casi todos”.

Adela Cortina

No dejo de recordar las largas tertulias con mi amigo Enrique Jaraba (q. e. p. d.) en ellas había un tema recurrente que coloquialmente hacía alusión a las peripecias del “mondao” así se le llama en la costa a quienes no tienen dinero.

Evoco las anécdotas de aquel entonces, como aquella en la que, con mucha carcajada y atino, me decía que a los “mondaos” no los invitaban a las fiestas, que no tenían ahijados, que su nombre no se prolongaba en las familias, que era al último al que le servían la comida y en el plato de menor calidad. Evidentemente, la exclusión de las personas con poco o nulo recurso económico deviene en recurrente, pero, además, es un hecho notorio, cotidiano y generalizado.

Hace poco llegó a mis manos un libro de la autora del epígrafe, titulado “Aporofobia, el rechazo al pobre” en el cual se hace una reflexión profunda sobre la aversión, temor y desprecio hacia el áporos, encausándolo como un atentado diario, casi invisible contra la dignidad, el bien ser y el bienestar del desposeído.

Ella fue la responsable del neologismo ‘aporofobia’, que según la RAE es la fobia a las personas pobres y desfavorecidas. Este flagelo es, casi siempre, el motor real de todos los males o, más bien, el mal que engendra la mayoría de odios, pues, ahora soy consciente de que en muchos de los casos la antipatía deviene, no de la raza, país o región de origen, ideología, orientación sexual o cualquier condición parecida, sino, de ser o no pobre; del hecho de no tener nada que dar u ofrecer, de no ser útil, de ser visto no desde el esplendor espiritual de la dignidad como un ser, sino como una cosa fungible y sin valor, que únicamente se estima en la medida en que represente algo. Es la filosofía del “tener” en desprecio del “ser”.

Un ejemplo palpable es el de la xenofobia (rechazo a los extranjeros) en Colombia, a quienes nos visitan cargados de euros, dólares, libras y otros, no los repudiamos, por el contrario, se les brinda hospitalidad y todo tipo de atenciones. No nos importa su procedencia, de hecho, con respecto a nuestros hermanos venezolanos, podemos decir que el rechazo generalizado es para con los que llegaron sin posesiones o nada adicional que brindar, luego, el malestar radica en el visitante menesteroso, lo que es un indicio clave que reafirma la tesis de Adela Cortina.

Creo que Enrique Jaraba no la leyó, pero quizá fue consciente de sus conclusiones primero, sobre todo porque la autora, en coherencia con él, puntualiza que el pobre molesta, incluso al que es de la propia familia, porque se ve al pariente pobre como una vergüenza que no conviene airear, mientras que es un placer presumir del pariente triunfador.

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