Columna


Aquarela sigue en pie

RODOLFO SEGOVIA

10 de abril de 2021 12:00 AM

Cuando parecía que habría luz verde, Aquarela sigue en pie. No es que se haya reversado el principio de la demolición en Cartagena, sino que hay dudas en el alto gobierno acerca de quién pone la plata. Se cuestiona si la Oficina de Control de Desastres tiene algo que ver con el desastre de Aquarela.

Se cuestiona la proveniencia de los recursos. Ante tanta inundación, por qué distraer fondos. Válida observación. Que se responsabilicen el Ministerio de Cultura y la Alcaldía de Cartagena, que carga con las corruptelas en su Secretaría de Planeación. Sin embargo, se sabe que estas dos últimas entidades son pobres y que el único que tiene con qué es Control de Desastres, como ya estaba acordado. En materia de dudas sobre la distribución de presupuesto, el presidente de la República tiene la última palabra.

Mientras tanto hay noticias que alegran el corazón, como alegraba al Quijote reparar entuertos. La Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado ha impetrado, con toda la implicación de vehemencia que tiene la palabreja jurídicamente, una demanda de “reparación directa contra particulares”, por los daños que la constructora del Aquarela y sus dueños han ocasionado.

La Agencia especifica las razones: la grave afectación causada al patrimonio cultural por las flagrantes infracciones urbanísticas cometidas; la persistente negativa a adelantar las medidas correctivas para restituir el espacio público; el abuso de la propiedad privada al atentar a sabiendas contra el patrimonio cultural de la Nación, conociendo como conocían, la dimensión del proyecto y la enorme afectación que tendría sobre el Castillo de San Felipe; el abuso de las normas que protegen la vivienda de interés social para disfrazar un proyecto inmobiliario con fin distinto al definido por la ley.

¡Bravo! La demanda le da en la torre a todas afrentas. Le apunta a las ofensas contra el patrimonio cultural que los constructores deben, éticamente y por respeto a su país, evitar. Que fueran edificadores no nativos los que llegaron a vejar a Cartagena es secundario. Los locales también lo hacen a veces. Basta recordar el edificio Ganem, un esperpento de muchos pisos localizado a lado de la Universidad de Cartagena, que desfigura el Centro Histórico. Aterrada, la ciudad propició el desarrollo de la Matuna para alejar, con limitación de altura, al Corralito de Piedra de la ciudad moderna.

Los constructores de Aquarela quizá no se molestaron en leer las razones por las que Cartagena fue declarada Patrimonio de la Humanidad tempranamente, desde 1986. Quizá, y no es excusa, desconocían su significación universal. Pero el hecho es que sí lo sabían, y a cabalidad. Ese es su más repugnante pecado de lesa patria, aparte de las muchas otras pilatunas. Que paguen por los daños causados, penalmente si es del caso. Qué sufran el detrimento reputacional que se merecen. Y, de paso, qué Camacol se abstenga de apoyar a afiliados que no lo ameritan.

Don Sancho Jimeno, el adalid de Cartagena en 1697, no puede sino rememorar los aleccionadores días del Santo Oficio de la Inquisición.

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