Desconozco cuáles sean las verdaderas intenciones de los organizadores del movimiento de revocatoria en contra del alcalde Manolo, pero considero que las 70 mil firmas que consiguieron son una prueba de lo que puede alcanzar un pueblo cuando se decide a usar el poder que la misma naturaleza le confiere.
Estamos tan acostumbrados a creer que el verdadero y único poder lo tienen los políticos y los funcionarios, que el mismo alcalde Manolo, congestionado de prepotente ignorancia, declaró ante periodistas que ese movimiento de revocatoria no iba para ningún lado.
Unas semanas después, cuando se percató de que el movimiento iba en serio, habló nuevamente ante los medios para invitar al diálogo a los potenciales revocadores, en un acto de falsa humildad que le hubiera quedado mejor si desde el principio hubiese reconocido públicamente lo que, al parecer, muchos cartageneros aún no tenemos claro: el poder lo tiene el pueblo.
No sé qué andan buscando los organizadores de la revocatoria, pero tampoco puede negarse que su iniciativa rompió el mito según el cual esos movimientos no valen la pena, por lo desgastantes y costosos, como si no fuera más desgastante y costosa la corrupción que sume en el naufragio a Cartagena, una ciudad que, por muchas razones, debería ser una de las mejor administradas del mundo.
Ignoro cuáles serán los verdaderos fines de las personas detrás de eliminar los peajes en Cartagena, pero, al igual que el movimiento de revocatoria, espero que sus diligencias se conviertan en un diáfano ejemplo de que es el ciudadano quien en realidad tiene las facultades para hacer que la ciudad navegue por mejores aguas, para el bien de todos.
Asimismo, deberían romperse los mitos en contra del voto en blanco, una herramienta que serviría de mucho en Cartagena, donde la aparición de los malos candidatos a gobernaciones y a alcaldías cada vez está más arraigada y apoyada por la torpeza de electores que miran la política como un juego, como una vulgar apuesta en donde el único perdedor es el que regala el voto o lo vende, que es casi lo mismo.
La historia de la humanidad está repleta de ejemplos mediante los cuales se puede entender que un ciudadano, consciente y bien organizado, puede ser la fuerza empoderada que ponga a los empleados estatales en el lugar que les corresponde: en el de servir a la comunidad, pero sin ínfulas de reyes y sin creer que las instancias públicas son parcelas privadas para sembrar y cosechar, pero solo para llenarse los bolsillos.
Pero antes, los cartageneros debemos despojarnos de ese espíritu de servilismo y lambonería, que lo único que ha hecho, durante décadas, es permitir que mequetrefes de la peor ralea se apoderen tranquilamente de lo que a todos nos pertenece.
*Periodista
ralvarez@eluniversal.com.co
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