En enero pasado, el alcalde William Dau confirmó que la ciudad la habían dejado con la olla sucia y vacía, y para colmo, por culpa del coronavirus, le tocó raspar hasta el cucayo.
Para rematar, los perdedores de la contienda electoral la arremetieron contra él y contra todo lo que viniera de él. Se desataron consecuentemente las controversias con los concejales, quienes se unieron para bloquearle cualquier iniciativa, hasta que explotaron los ánimos y le “volaron la piedra”. Ya sabemos todo lo que ha sucedido a continuación de estos desagradables episodios. Finalmente, con la oportuna intervención de la Iglesia en cabeza del señor arzobispo de Cartagena, los candentes ánimos entre alcalde y cabildantes se calmaron y las aguas tempestuosas volvieron a su cauce normal.
Es el momento propicio para aprovecharlo al máximo.
El nuevo COVID-19 ha ocupado totalmente la atención del alcalde y eso está bien, dada la magnitud de la pandemia, pero este no es el único problema que afronta la ciudad, la cual tiene, por ejemplo, un atraso inmenso en materia de infraestructura vial y saneamiento ambiental, así como también en inseguridad, educación, vivienda y espacio público, para solo mencionar estos capítulos. El virus nos está haciendo perder el año 2020, que deberíamos emplearlo también para inventariar necesidades prioritarias en los barrios de la ciudad; preparar ambiciosos (en esto no hay que ser mezquinos) proyectos de arquitectura e ingeniería, con visión de ciudad a mediano y largo plazo, para obras viales en tierra (vías, puentes, viaductos, etc.) y en el agua (caños y lagunas internas), todos con sus respectivos presupuestos y licencias, coordinados con el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial (para que no haya obstáculos posteriores), de manera que el 2021 sea el año de la ejecución y no el de la preparación.
Especial mención merece la intervención, por tantas décadas esperada, de los cuerpos internos de agua, incluyendo la apertura de nuevos canales, con lo cual se solucionarían en gran proporción y de un tajo los problemas de movilidad, salubridad y vivienda, pues en el agua tenemos las “autopistas” como regalo de la naturaleza, tan despreciado por nosotros. Que no hay dinero, dirán los pesimistas y entorpecedores de siempre, pero es bien sabido que la plata se consigue si hay proyectos viables. Lo contrario, pistola.
Edurbe, sin política, es a mi juicio la empresa indicada para acometer todos esos proyectos, tal como lo hace el IDU de Medellín, en concordancia con la Secretaría de Planeación. Desgraciadamente aquella ha sido por mucho tiempo intervenida por la politiquería, pero eso se soluciona con un alcalde como el actual, con una buena junta directiva y un gerente a quien le duela la ciudad.
*Arquitecto.
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