Columna


Cartagena hospitalaria

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

11 de noviembre de 2018 12:04 AM

Recientemente, funcionarios del Comité Internacional de la Cruz Roja, de ONU Mujeres, Acnur y la Organización Internacional Para las Migraciones, se han acercado a Cartagena par conocer de primera mano, en dialogo con la institucionalidad y con las organizaciones de la Sociedad civil y la Iglesia, el estado real del flujo migratorio de los hermanos venezolanos. La situación, muy a pesar de los grandes esfuerzos realizados y de un voluntariado en alza, sigue siendo dramática y va en aumento. No hay duda de que Cartagena debe sacar lo mejor de su cordialidad y de su hospitalidad.

Francesc Torralba, uno de los autores que mejor trata la hospitalidad, nos dice que, en una sociedad como la nuestra, donde crece la exclusión, las inmigraciones masivas y el número de personas en busca de hogar y protección, pocas virtudes sociales son tan necesarias como la hospitalidad, entendida como el acto de “acoger al otro extraño y vulnerable en nuestra propia casa”.

En esta ciudad, en permanente movilidad humana, cada vez nos vamos a encontrar en nuestro camino con más “extraños”, personas que no pertenecen a nuestro universo social, religioso, cultural o económico. Y aquí no hay que pensar únicamente en el hermano venezolano quien vemos sobreviviendo diariamente en los semáforos y caminando por nuestras calles, bastante desorientados. También es un extraño el niño que pide limosna, la prostituta que viste de manera llamativa y el mendigo que recoge las basuras que nosotros echamos.

Ellos son personas vulnerables que no viven como los demás. Son personas que andan todo el día buscando protección. Viven privados de seguridad, en “estado carencial”. No se bastan a sí mismos para vivir. Necesitan de los otros. En ellos aparece como en ningún otro sector esa condición del ser humano como “homo mendicans”.

La hospitalidad exige, en primer lugar, reconocer al otro, no seguir mi camino ignorando su existencia o borrándolos de mi vida. Todo ser humano necesita ser reconocido, y cuando es ignorado o reducido a la nada, sufre. Es alguien que se queda sin espacio para vivir con paz y seguridad.

La hospitalidad nos exige respetar y defender la dignidad de estas personas. No humillarlas, ni tratarlas de cualquier manera. Son personas que buscan vivir. Tenemos que liberarnos de nuestros prejuicios para entender su mundo, comprender su situación y ponernos en su lugar.

La hospitalidad nos urge, por último, a escuchar sus necesidades para actuar. Nuestro ser crece cuando nos responsabilizamos y hacemos por el otro el bien que podemos. No siempre es fácil saber cómo actuar. Lo primero que se nos pide es vivir con un corazón abierto y dispuesto a la ayuda. Qué bueno poder escuchar el grito del migrante que se queja, lo cual denota no algo…sino a alguien. Sería, ya, un muy buen comienzo para ir haciendo de Cartagena la ciudad humana, cordial y hospitalaria. 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS