Pese a la crisis institucional del país y de la ciudad, la pérdida de valores existentes, y el pesimismo reinante, pensamos que tiempos mejores están por venir, porque la sociedad civil ha iniciado un proceso de cambio sin reversa.
La época, es propicia para realizar estas reflexiones. Navidad, del latín Nativitas, significa nacimiento, hoy, fiesta del alumbramiento de Jesús, histórico y trascendental hecho, que en la antigüedad impactó a Roma, herencia del mundo católico, creadora de una de las más bellas costumbres religiosas.
El pesebre, símbolo de la humildad, cuna del advenimiento de Jesús, nos recuerda que él vino a decirle a la humanidad, en la era de la esclavitud, que un mundo mejor era posible, que podíamos liberarnos de toda afrenta que degradara, destruyera y deshonrara la dignidad humana. Fue asesinado, pero nos dejó un gran legado: Lucha.
Esperamos que la luz de la navidad ilumine las instituciones y a la sociedad, para que la ética asuma la dirección de la conducta humana en todos los escenarios, el familiar, social y estatal.
El árbol de la navidad, viva representación del alma cristiana, de seguro se seguirá introduciendo en el consciente y el subconsciente de la feligresía, para seguir sentando las bases de la reconstrucción de una nueva sociedad, para que en lugar de la violencia reine la paz y el egoísmo ceda espacio a la solidaridad. El odio al amor.
La navidad debe ir más allá de la parranda y del frenesí de la sociedad de consumo. Ha de ser reencuentro con Dios, réplica de la fraternidad que él representa, de la unidad familiar, de la convivencia social, en todos los escenarios, es decir la invasión del amor.
La navidad, es mensaje de equidad y probidad, es oposición a la corrupción, a la destrucción del tejido social, norte transformador, si escogemos el camino legado por cristo, que nos invitó a ser libres y luchar contra la injusticia social.
El espíritu navideño es oportunidad para pensar en ser mejores personas, mejores seres humanos, en una sociedad capturada por el egoísmo y los antivalores. La única opción para ser diferentes está en predicar y practicar fraternidad, solidaridad, y seguir las enseñanzas del papa, no solo a partir de la palabra sino de las acciones, esto es, hacer el bien.
La luz de la navidad nos invita a enfrentar las causas estructurales de la pobreza y de la exclusión, que en las palabras del Bergolio sería, “tomar el catecismo, redescubrir los diez mandamientos y las bienaventuranzas, su proyecto es sencillo si se sigue a Cristo, se comprende que pisotear la dignidad de una persona es pecado grave”.
La navidad, debe reencontrarse con la práctica del amor al prójimo para que se enciendan las luces de las divinidades en el interior de cada persona, y surja un activismo que promueva y desarrolle el bien común, para convertirlo en irreversible práctica social, en cultura de lo correcto. Entonces el país y Cartagena, tendrán noche buena y mejores días.
Esta es la luz del alma que quiso Cristo depositar en la sociedad, tarea que todavía está por hacer pese a la celebración de muchas navidades. Creer en Dios, es la fe que nos hace pensar en lo imposible, así que permítanme soñar, desde luego, depende de nosotros transformar este estado de cosas. El permiso del creador está dado. Feliz navidad.
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