Columna


Cartagena y mineros chilenos

Cartagena, aprendamos que si no nos unimos por el objetivo común de salvarla, todos no solo seremos culpables, sino que no sobreviviremos como habitantes de esta hermosa ciudad.

JOSÉ WILLIAM PORRAS

01 de diciembre de 2018 12:00 AM

Hace poco leí un correo sobre “The secret of the 33 Chilean miners”, el secreto de los 33 mineros chilenos, atrapados en una mina el 5 de agosto de 2010. Comenzaré este traduciendo un aparte, para indicar luego qué nos falta en Cartagena, y aprovechar el compromiso adquirido del alcalde (e) nombrado por el presidente Duque, o lo planteado por la vicepresidenta, que requiere Cartagena a corto, mediano y largo plazo se capitalice, pensando más en cómo sobrevivir ayudándonos unos a otros y no destruyéndonos, ya sea por ideologías, religiones, intolerancias o porque nos disgusta el vecino.

“Cada dos días ingerían dos cucharadas de atún y medio vaso de leche. Pasaron sus primeros diecisiete días con sólo ese alimento, atrapados a 700 metros de profundidad, sin contacto alguno con sus familiares ni con los otros mineros en la superficie. Vivieron sumidos en una oscuridad apenas perturbada por los focos de sus cascos.

¿Qué lección nos dejan estos hombres cuya odisea terminó? A la escasez de alimentos se sumó una temperatura de 30 grados centígrados, una humedad del 88%, cartones para amortiguar el piso de piedra al dormir, angustia ante la incomunicación con el exterior e incertidumbre sobre su futuro...”

Lección aprendida: acordaron enfrentar juntos el reto de vivir, poner al servicio de todos lo poco que tenían, se organizaron como un equipo, donde la supervivencia de uno equivalía a la supervivencia de todos, fueron creativos para sobrevivir, aplicaron las normas de solidaridad, tolerancia y esperanza ante la incertidumbre de no saber qué pasaba en la superficie para rescatarlos.

Si aplicamos esa lección a Cartagena, que cada vez se deteriora a un grado tal que solo le queda un poco más de 20 años para evitar que termine gran parte de ella bajo el agua, para que la cultura de la doble moral que sobrepasa los límites de credibilidad, principios y valores, no siga derribando los cimientos de moral y ética. Esta cultura permeó los diversos núcleos de la sociedad, con marcado énfasis en los estamentos políticos, administración pública y de Justicia en todas sus instancias, la sociedad y el ciudadano, y para que no siga haciendo los estragos conocidos, debemos rodear al alcalde y su gestión, que apenas lleva unos días, pero ya le comenzaron los juegos artificiales y parte de su tiempo lo dedica a defenderse de tutelas para tumbarlo del encargo.

Cartagena, aprendamos que si no nos unimos por el objetivo común de salvarla, todos no solo seremos culpables, sino que no sobreviviremos como habitantes de esta hermosa ciudad. Aprendamos lo que motivó a esos 33 mineros y que les permitió salvarse también.

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