Columna


Castillo San Felipe, sin salvaguarda

BERNARDO ROMERO PARRA

28 de junio de 2017 12:00 AM

Quién se iba imaginar que la majestuosidad arquitectónica y la imponente visual del castillo San Felipe de Barajas como monumento histórico, después de sobrepasar el asedio de corsarios y los embates del tiempo, hoy estuviera empañada por urbanizadores contemporáneos que eligieron terrenos de su contorno para construir, como lo han hecho los propietarios de los centros comerciales de San Lázaro y Mall Plaza, cuyas edificaciones se interponen a las perspectivas del castillo desde ciertos puntos, lo que en el futuro será más grave cuando se culmine la construcción a escasos 200 metros en una evidente proximidad, el proyecto Aquarela multifamiliar-vis que contempla levantar 4 torres de 30 pisos de altura, cada una con 180 apartamentos, 6 por piso, para un total de 720. 

En la página virtual de la curaduría urbana 1, están las resoluciones 0595 del 28 de diciembre del 2015 y 0611 del 2 de diciembre del 2016, que conceden licencia de construcción a la Promotora calle 47 S.A.S., firma propietaria y ejecutora del proyecto, quien cumplió con cada requisito legal exigido, como el certificado del jefe de la división de patrimonio cultural del IPCC, donde consta que la manzana 186 del barrio Torices, lugar de los lotes del proyecto Aquarela, no está dentro del área de influencia del cerro San Felipe de Barajas, según el  plan de ordenamiento territorial de Cartagena, artículo 472 del decreto 977 del 2001.

Ante esa realidad jurídica las autoridades de Planeación se quedaron cortas al considerar como zona de influencia de este monumento solo una cuadra a su alrededor restringiendo la altura de las edificaciones a dos pisos, restándole importancia al panorama, ya que pocos pasos después se les da total libertad de diseño y levante a los constructores, hecho que debe revisarse. Ante la urgente actualización del POT, los cartageneros no podemos seguir siendo indiferentes ante los bienes colectivos y por el contrario cada ciudadano debe convertirse en un salvaguarda del patrimonio histórico que tanto dolor y sangre costó a nuestros antepasados.

Esperar que desde Bogotá nos indiquen las medidas a adoptar para proteger el legado histórico es una costumbre que debe desaparecer, ya que es responsabilidad que nos toca asumir a los cartageneros, pues si no lo hacemos la historia tarde o temprano nos condenará. Es hora de encarnar ese liderazgo y espíritu cívico de los antecesores.

 

 


 

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