Columna


Cleptocracia

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

17 de julio de 2017 12:00 AM

Colombia está en poder de la corrupción, es decir es una Cleptocracia. “Kleptes” del griego que significa “ladrón” y “Cratos” que significa “poder”. Por lo tanto una banda de maleantes se ha instalado en la cúspide del Estado. Y ha sido tomado por una mafia cuyos tentáculos han atrapado a los tres poderes públicos. Y que no solo es corrupción sino hipercorrupción porque se ha generalizado, sobre todo a partir del surgimiento del narcotráfico, que incluso ha permeado a varios presidentes.
Es posible que la corrupción en Colombia se haya desatado a partir del “Frente Nacional”. Y no es exclusiva del sector público sino también del privado.

Sobre todo la empresa privada que contrata con el Estado, que es el mayor contratante de obras públicas y de servicios, contando con un presupuesto de 900 billones cada cuatro años. Siendo a la vez el mayor empleador, con 1.200.000 empleados. Que no solo buscan tener un empleo estable sino participar del billonario botín. Presupuesto que se gastan 500 billones en funcionamiento, 160 en inversión social y el resto para pagar la deuda. Suma colosal puesta en manos de personas ordinarias que sucumben ante la tentación de su manejo, en un Estado donde no hay nada más raro que un funcionario honesto.

Esta cifra se convierte en el objeto más deseado en un país donde los controles no existen y están sistemáticamente corrompidos por una pandilla que se apoderó de los tres poderes públicos.

Quienes detentan el poder del manejo de estos dineros se convierten en los amos y señores de casi todos los ciudadanos.

Y si el poder corrompe, el poder del dinero corrompe absolutamente. De allí la importancia de los controles, que en nuestro caso también están contaminados, y por lo tanto habrá que recurrir a organismos internacionales.

En la OEA existe la Convención Interamericana Contra la Corrupción, aunque no ha sido tan eficaz como la intervención directa de EE. UU. (que develó los casos Odebrecht y Fiscalía). Ya lo hizo en Centroamérica con la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICCG), un órgano independiente creado por la ONU, que actuó en conjunto con la Fiscalía y con fuerte apoyo en Washington. Y que logró sacar del poder a su presidente.

Robert Kliergaard, experto en control de corrupción, desarrolló la fórmula: corrupción es igual a monopolio, más discrecionalidad, menos transparencia. C=M+D-T. Kliergaard focaliza su análisis no tanto en los aspectos éticos sino en el funcionamiento de las organizaciones corruptas.

Su conclusión es que, cuanto más monopolio haya en la organización, cuanto más discrecionalidad tengan los funcionarios y menos transparencia tenga su actividad, habrá mayor posibilidad de corrupción. Para evitarla es más importante detectar sistemas culpables que personas culpables.


gabrielrodriguez@ibrinmobiliaria.com

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