Columna


Clientelismo y toderos

ÓSCAR COLLAZOS

17 de agosto de 2013 12:00 AM

Ponga un plomero a gestionar la planeación de una ciudad; un carpintero a dirigir la movilidad, una bailarina aficionada a gestionar la cultura; ponga un electricista o manejar infraestructura y un albañil a tomar las difíciles decisiones de la Hacienda pública, y lo más seguro es que las cosas le salgan mal.
En un mundo donde hasta las más sencillas actividades se profesionalizaron, no hay mayor disparate ni método más rápido de fracasar que poner en el lugar equivocado a quienes gestionan los destinos de una ciudad.
El largo proceso para construir un liderazgo político exige formar un equipo de futuros colaboradores, cada cual donde le corresponde, que no es otro que el lugar donde ganó experiencia y prestigio. Si no se hace con tiempo se corren muchos riesgos, fatales para una ciudad.
El riesgo mayor es la improvisación: nombrar en el lugar equivocado a quienes sólo son amigos o amigos de los amigos que ayudaron a elegir al gobernante, forzado a aceptar que le metan un plomero de urbanista o un electricista de ingeniero civil.
Son apenas ejemplos, con perdón de  plomeros, albañiles y electricistas. Si se forma equipo al empezar el partido, se corre el riesgo de una desastrosa gestión pública. Los gobernantes deberían llegar con el equipo formado, con las posiciones asignadas según las capacidades y experiencias de sus coequiperos.
Sin asumir esta responsabilidad, pasa lo que vimos en el gobierno del voluntarioso y recordado Campo Elías: un director técnico que nunca tuvo clara la alineación de sus jugadores y los ponía en posiciones absurdas. A los pocos meses, ya perdía el partido.
Llevo muchos años siguiendo el mundo de la política y el comportamiento de los políticos. Cuando un futuro gobernante no puede precisar los nombres y perfiles de quienes lo acompañarán en su gobierno, quizá sepa para dónde van sus ambiciones personales pero no la ciudad que pretende gobernar.
Por lo general, no sabe responder a esta pregunta porque no será él quien decida sino los aliados variopintos que lo llevaron al triunfo. Y esta circunstancia, del más puro clientelismo, vuelve imposible un proyecto coherente de ciudad. Hay demasiados músicos, venidos de todas partes, tocando sus instrumentos en la orquesta. Así se hacen los gobiernos potpourri.
Los compromisos con partidos, grupos políticos, líderes barriales e intermediarios de empresas electorales, son los peores enemigos de un proyecto de gobierno y ciudad. Es posible que gobierne con dos o tres funcionarios eficientes pero, en conjunto, la improvisación puede llevar al fracaso o a la mediocridad de la gestión pública.
*Escritor
collazos_oscar@yahoo.es

 

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