Columna


¡Cómo nos cambia la vida!

HAROLD MARTÍNEZ PATRÓN

04 de abril de 2020 12:00 AM

Cuando en un ecosistema ambiental se introducen elementos o especies inadecuadas que no pertenecen a ese hábitat surge la alteración, el desequilibrio y el deterioro. Igual ocurre con los ecosistemas económicos y sanitarios, como se puede observar en la emergencia que estamos viviendo.

Lo inimaginable sucedió, un virus globalizado nos recordó reglas de higiene, produjo distanciamiento social y físico, nos aisló mandándonos a casa con los temores que nacen del andar por senderos inciertos, le quitó los nombres a los días al volverlos iguales, ralentizó el tiempo y los indicadores dejaron de ser solo cifras de estudio para vivirlos en piel propia.

El intruso irrumpió con efectos disruptivos incidiendo en el ecosistema económico que se encuentra frenado en varias áreas, con las cadenas productivas interrumpiéndose y, estresadas, la oferta y la demanda chocaron.

Si alguien lo olvidó, somos un país pobre con ciudades pobres, cuya fuerza laboral en un 60% está en la informalidad, sin capacidad de ahorro, y muchos están en manos del oneroso e implacable pagadiario. Se requiere una gran acción institucional para que puedan satisfacer medianamente sus necesidades vitales antes de que ocurra una explosión social.

Todo indica que los sectores más golpeados por la pandemia son comercio, transporte y turismo. Hay que inyectarle liquidez a la economía y evitar que empresas vayan a la ruina incrementando el desempleo que se estima llegará alrededor del 20%. Es inevitable el endeudamiento por parte del Gobierno, pues salud y economía lo requieren.

En materia sanitaria, la situación que vivimos desnuda enormes falencias del sistema. Ningún modelo de salud está preparado para enfrentar una pandemia, pero la fragilidad de la red pública nuestra quedó otra vez en evidencia con hospitales cerrados, déficit de camas, de UCI, con deudas a profesionales y trabajadores de la salud.

Cuando superemos la catástrofe, y ojalá ese día esté cerca, es necesario volver a reflexionar sobre el actual sistema sanitario afectado por los depredadores que lo rondan, pero también por el mismo modelo, que requiere ajustes profundos que se han aplazados por causa de intereses en juego.

¿Será posible que cuando se supere esta situación el orden mundial sufra ajustes, cambien nuestros hábitos y seamos conscientes de nuestra pequeñez, finitud, temporalidad, y dejemos de llamar al oropel oro y a lo baladí esencial? En el entretanto, seguimos contando infectados, recuperados y muertos.

Son tiempos difíciles, pero la humanidad secará sus lágrimas, seguirá adelante y a lo mejor sea distinta para cuando llegue la próxima pandemia.

Que pronto digamos como en la canción: “Hoy es un nuevo día para empezar de nuevo...”. ¡Así sea!

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