Columna


Comprender los contextos

PABLO ABITBOL

26 de junio de 2020 12:00 AM

Para ver más allá de los estereotipos y de los números simples que reafirman todo el tiempo los medios y el gobierno, le pedí a una de mis estudiantes de ciencia política y lideresa juvenil de El Pozón, Karen Cueto, su perspectiva sobre la situación de la pandemia en su barrio. Esto es lo que me respondió: “Desde los inicios del confinamiento las palabras elegidas por el alcalde y los medios locales para explicar lo que sucedía en El Pozón nos llevaron a una situación de desventaja frente a otros barrios con crisis similares o peores. Se decía que el ascenso de contagio estaba en nuestro barrio, pero esas cifras nunca se tasaban con el total de la población que habita aquí o allá.

En El Pozón el primer miedo fue al desempleo, al hambre. Luego vimos cómo con las alarmantes noticias sobre la gran cantidad de personas contagiadas, media ciudad se volcó a opinar sobre cuál debía ser la medida para imponerle a los pozoneros; se habló de militarización, de cierre.

Optaron por poner un Puesto de Mando Unificado que, aunque solo unificó a los funcionarios para la foto de apertura, permitió contar con un líder que, junto con unos cuantos comunales, comenzó a hacer las veces de mediador en todo tipo de problemas. Logró acuerdos sobre deudas de arrendamiento o acusaciones de contagios entre vecinos; pero no va a poder solucionar el problema de los despidos de empleadas domésticas: sus patrones les pidieron no regresar por miedo a que les llevaran el virus a la casa.

Sobre la nueva cotidianidad del barrio. A la vecina que no tiene nevera le cuesta mucho comprar carne para dos días; ella debe ir todos los días a la tienda o comer grano en los días de toque de queda. Como ella, muchas más madres van día a día a la tienda, así sea para conversar con los tenderos. Además, el confinamiento no es fácil mientras en la esquina suceden peleas, alguien habla del robo de la noche anterior, o tienes que estar con tu agresor porque es el único que puede conseguir algo de comer. La complejidad social no lo es todo, en comunidades como ésta el miedo también genera oportunidades para cooperar. Sucedió con la vecina que murió por falta de medicinas, entre todos se logró conseguir el cajón para que su hijo pudiera enterrarla en paz. Así pasa en muchos otros casos que entre la comunidad se logran superar. Esto podría ser un indicio para una respuesta diferente por parte del Estado y de la sociedad.

Nuestros picós no se apagan ningún día, los altos volúmenes ayudan a calmar el miedo a quedarnos donde estamos y sin posibilidades para nuestros hijos. Finalmente, sí, somos indisciplinados y pendejeamos, cada día, buscando no padecer de hambre”.

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB o a sus directivos.

*Profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, UTB.

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