Columna


Coprotagonistas

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ PACHECO

17 de junio de 2017 12:00 AM

En estos tiempos en que los medios de comunicación encumbran y estrellan a las personas en un abrir y cerrar de ojos, es mucho más apremiante, para quienes nos consideramos maniáticos de la música, el reconocer a ciertos artistas que están detrás de las cortinas haciendo un trabajo de kilates, pero opacados por los rostros o las vestimentas de los cantantes.

No trato de decir que el trabajo de los vocalistas no deba destacarse. De ninguna manera. Solo planteo una inquietud que me persigue desde tiempos menos enmarañados, hablando del gran aparato comunicacional que cubre al mundo: “detrás de cada protagonista, siempre hay un ‘teso’ más ‘teso’ que él”, solía decirles a mis amigos cuando nos poníamos a escuchar y a hablar de música.

Por ejemplo: muchos de ellos escuchaban y bailaban hasta el cansancio la descarga “El Negro y Ray”, pero convencidos de que todos los instrumentos los ejecutaba el percusionista newyorkino Ray Barreto, solo porque en la carátula del LP aparecía él solito y sin créditos para más nadie.

Después, se enteraron de que la trompeta que vuela libremente a través de los 7 minutos que dura la pieza, estaba a cargo de un ‘teso’ llamado Alejandro Vivar, a quien apodaban “El Negro” y quien en tiempos prehistóricos había sido trompetista de la Banda Gigante de Beny Moré, de donde salieron otros dos coprotagonistas que terminaron siendo estrellas a la medida de la época: Alfredo “Chocolate” Armenteros y Rolando La Serie. Trompetista el primero; y timbalero, el segundo, pero después bolerista extraordinario.

Mis amigos de entonces no sabían que Ramón García era el saxofonista que se lucía en todas las grabaciones de Ángel Viloria, ejecutor de un acordeón que raras veces se oía, pero que podía darse por bien servido con la voz de Dioris Valladares, otro coprotagonista que asumió exquisiteces como “A lo oscuro” y “Consígueme eso”.

De tanto ver en las carátulas el rótulo “Joe Cuba y su sexteto”, mis amigos y yo nos acostumbramos a creer que ese tal Joe Cuba era cantante y vibrafonista al mismo tiempo, cuando en la realidad la sabrosura vocal que salía de esos discos era culpa de un muchachito llamado José “Cheo” Feliciano, mientras que el vibráfono estaba a cargo de un Phil Díaz.

Lo mismo pasaba con los discos del dúo Los Ahijados: el oyente desprevenido imaginaba que eran solo dos guitarristas y sus voces, aunque al fondo se oía un bongó pícaramente cacheteado por un coprotagonista llamado Ramón “Paliondo” Ramírez, a quien fugazmente mencionaron en un par de canciones.

Y hay más coprotagonistas en casi todos los géneros de la música popular del Gran Caribe, pero por la falta de espacio habría que mencionarlos otro día. Les dejo, mis amigos, la tarea de redactar una lista que se atreva a acuchillar el anonimato.

 


 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS