Columna


COVID-19 como lección

EDUARDO GARCÍA MARTÍNEZ

28 de marzo de 2020 12:00 AM

Quisiera no seguir hablando de COVID-19 pero es ineludible. La pandemia nos dio tal giro de tuerca que hoy todo rota alrededor del virus que tiene al mundo patas arriba, a la humanidad rogando para que pase pronto, a la economía global sumida en el caos y a la de los más pobres convertida en hambre e incertidumbres crecientes.

Hay en todas partes una combinación de miedo y esperanza, desasosiego y espiritualidad, de perplejidades ante la complejidad de este momento crucial, una pizca en el vaivén del tiempo. ¿Cuántas vidas humanas se perderán? ¿Cuál será el balance de la economía global? ¿Qué enseñanzas habremos aprendido? ¿Llegó el momento del gran cambio que dejará atrás la ruindad y dará paso a la fraternidad y el respeto al otro, a la naturaleza y la vida?

Aún no es hora de saberlo pero más allá de las estadísticas y los pronósticos algo habremos aprendido. No podemos seguir por el sendero de la negación permanente de los derechos de la población a la salud, que debe contar con una red hospitalaria pública, amplia, moderna y científica. Haberla entregado a la voracidad de la política y el mercado la convirtió en jugoso botín para la corrupción y el pillaje en medio de la zozobra de los enfermos.

En lo económico nos fuimos a pique con el petróleo cuyos precios caen sin remedio y lo producimos hoy a pérdida. Necesitamos en cambio una revolución en el campo que frene el mar de coca y ponga a producir millones de hectáreas ociosas vinculando a miles de campesinos sabios en hacer parir la tierra, pero huérfanos de reconocimiento y estímulo por parte del Estado. Dejémonos ya del cacareado fracking y privilegiemos el agua y la naturaleza para disfrutar de un medio ambiente sano. Invirtamos de verdad en salud, educación, deporte, ciencia y tecnología e innovación si queremos reinventarnos. El coronavirus podría ser la lección que necesitábamos para cambiar, por muy estrambótico que parezca.

Cuando esta hecatombe pase ojalá Colombia haya cultivado hijos más conscientes del verdadero sentido de la existencia. Que no tiene nada que ver con el desaforado mandato de la sociedad de consumo que solo produce marionetas aferradas a las tarjetas de crédito y el vivir al debe, mientras los dueños de los bancos y el gran capital financiero se frotan las manos y ríen, satisfechos de su insaciable rapacidad. Ellos también están golpeados pero siempre ganan en medio de la adversidad de todos. Al fin y al cabo son los que manejan el poder. ¿Entenderán la lección?

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