Columna


Creer y pensar

ÓSCAR COLLAZOS

28 de julio de 2012 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

28 de julio de 2012 12:00 AM

El último número de la revista Arcadia preguntó a destacados intelectuales colombianos sobre la actitud que asumían en sus relaciones con un creyente, por supuesto, un creyente en Dios. Se supone que los intelectuales elegidos son ateos. O, por lo menos, ninguno de ellos es creyente ni practicante de ninguna religión.Recuerdo los encendidos debates de mi juventud con mis profesores de religión o filosofía, cuando por Religión se entendía religión católica y por Filosofía, la escolástica. Era lo que se enseñaba en los colegios de bachillerato de entonces. Por eso devoré la Historia de la filosofía, de Jaime Balmes, y, sobre todo, el capítulo referido a la Filosofía Escolástica. Toda discusión racional terminaba en la fe.
Me aficioné a leer a los filósofos, desde Platón y Aristóteles hasta Hegel, Nietzsche y Sartre, leí con apasionamiento a los escritores de la Ilustración francesa, y me volví volteriano y carbonario a los 18 años, después de haber sido católico y monaguillo, siguiendo las leyes de la herencia familiar.
Me expulsaron varias veces de clases por hacer preguntas incómodas sobre la existencia de Dios y el dogma católico de la Santísima Trinidad. Recuerdo con horror el día en que el párroco de mi barrio, un paisita que comulgaba con hostias de monseñor Builes, nos sugirió atacar a pedradas la humilde sede de la iglesia evangélica que se acababa de abrir en Buenaventura.
Monseñor Gerardo Valencia, hombre bueno y generoso, me dijo un día que esas eran vainas de sectarios que desprestigiaban a la iglesia. De todos los “enemigos” de entonces, muchos son hoy mis amigos. No hablamos de religión pero coincidimos en muchas percepciones políticas. Llegamos a la conclusión de que, en asuntos de fe e ideologías, lo mejor es mantener una discreta distancia entre corazón e inteligencia.
Conozco ateos fundamentalistas y católicos tolerantes. Me he tropezado con Torquemadas incendiarios y con ateos que guardan en el lugar más secreto de sus vidas su indiferencia hacia Dios, cualquier Dios, porque hay muchos, tantos como religiones. Y son ciudadanos creativos y correctos.
Creo que lo mejor que le ha sucedido a la historia de las ideas en la separación civilizada entre ciencia y religión. Hoy creo que la fe religiosa pertenece al dominio privado aunque sea una práctica pública y colectiva. Aunque lo digan de buena fe, desconfío en cambio de aquellos que van repartiendo “dios te bendiga” al primero que se les atraviese.
La mayor conquista de una sociedad es aquella que permite la convivencia sin borrar o pretender eliminar las diferencias religiosas e ideológicas entre los individuos. Por el hecho de no ser creyente no me convierto en enemigo de quien lo es, ni el creyente se convierte en mi enemigo o en blanco de mis sarcasmos por el hecho de serlo.
Hay un punto en el que el diálogo y la controversia debería suspenderse: el momento en que ya no podemos estar de acuerdo con el interlocutor. La vida, el pensamiento, la materia y el espíritu tienen tantos temas de charla, tan gratificantes y divertidos, que lo mejor sería darle un giro a la conversación hacia aquello en lo que podemos estar de acuerdo.

*Escritor

collazos_oscar@yahoo.es

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