Columna


A cumplir

MIGUEL YANCES PEÑA

03 de julio de 2017 12:00 AM

Hay varias formas de vivir en paz. Una podría ser aislarse; no meterse con nadie; no expresar opiniones ni controvertir las ajenas.  Otra, cuando a pesar de lo anterior se meten contigo, es, no protestar; dejar hacer; ceder en todo; dejar que te pisoteen, y acomodarte a la nueva situación que se presente: si lo logras, podrías hasta llegar a ser feliz. Una más, la contraria: rebelarse; luchar; protestar; hacerse respetar; hacerle ver a quien abusa, que tienes dignidad. Está demostrado que, sin aparato armado y justicia, no hay paz. Que la vida de monjes (felicidad y colaboración celestial) ni en los monasterios se consigue.

No obstante, la segunda, fue la que adoptó este gobierno con las Farc; queda fácil cuando se le da todo al niño que arma el berrinche; los resultados solo se verán a largo plazo. Además, despierta mucha sospecha que no pudiéramos haber visto el partido (la entrega de armas, ni estas) sino, la celebración. En lo personal -aunque tengo que librar una lucha interior entre cerebro y corazón- no me seduce el teatro, ni la parafernalia.

Las armas cumplen principalmente una función intimidatoria y defensiva. En manos de la guerrilla le permitió tomarse poblaciones ausentes de Estado sin disparar un tiro; y defender cultivos ilícitos. Si el Gobierno no la hubiera perseguido, no habría habido guerra, ni víctimas, sino paz -que es lo que en apariencia está pasando hoy- pero sí toma de poblaciones (hoy es entrega), y permisividad con el narcotráfico.

La tapa: el Gobierno, en lugar de mantener una actitud escépticamente preventiva, que era lo indicado, avaló y celebró (igual que en Cartagena), lo que pocos, a pesar de que puso por delante la palabra de la ONU, creen. No le importó lo que se haya entregado a cambio, ni que el desarme haya sido parcial, Santos afirmó aquí y en Francia: las Farc se acabaron, lo cual está por verse; sin embargo, haberlo dicho las saca del escenario, y en adelante no serán culpables de nada, aunque sí lo sea. Atribuirse acciones terroristas o militares, les servía para demostrar poderío, forzar una negociación y sacar provecho de ella, como en efecto lo lograron sus cabecillas. Pero ya con el trofeo en la mano lo harán sin mostrarse.

Más inteligente, astuto y desconfiado fue Timo, que más o menos dijo: nosotros cumplimos, ahora esperamos que el Gobierno nos cumpla. Salvaron su pellejo (en adelante vivirán del erario público) y obtuvieron algunos beneficios como señuelo para atraer a los hombres armados. Algunos mordieron el anzuelo, otros no, pero ya no son Farc así hayan sido reclutados, adiestrados, armados y dirigidos por las Farc. Ahora ingresan a hacer política con ventajas comparativas y sin principios: no han demostrado tenerlos. Como dice el refrán, pelea de tigre con burro amarrado, donde el burro somos los no-farianos.

Si todo esto les parece intolerable, entreguista, absurdo, hay mucho más que no cabe en este espacio, o que han sabido tapar.

movilyances@gmail.com

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