Columna


De abucheos uribistas

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

27 de septiembre de 2017 12:00 AM

En su versión habitual, el abucheo es un fenómeno que surge en la resistencia ciudadana como un recurso espontáneo de la indignación. Su lugar de origen es la muchedumbre y su objetivo preferido son los políticos, generalmente los que están vinculados a escándalos de corrupción. En ese sentido, en Colombia han sido muchas las veces que han abucheado a Álvaro Uribe, Alejandro Ordóñez o Germán Vargas Lleras. En plazas, calles y universidades, la gente se ha dado a la tarea de exigir justicia y mostrar su reprobación a aquellos falsos líderes que han conducido al país hacia caminos indeseados.

El uribismo y sectores afines a la extrema derecha debieron haberse dado cuenta del potencial social y mediático que ejerce el abucheo, pues lo han asumido como una nueva y perversa modalidad de campaña política. Ya no estamos hablando de una multitud enrabiada por un sentimiento genuino en torno a la desigualdad y la injusticia, sino que hemos entrado al tenebroso ámbito de los abucheadores contratados por las élites.

Estamos, entonces, frente a un abucheo desnaturalizado donde la sinceridad de la protesta ha sido reemplazada por una indignación artificial que parte de datos tergiversados y se centra principalmente en el insulto y la rabia irracional. Todo esto muy parecido a esa estrategia política del Centro Democrático durante el plebiscito que consistía en incitar con mentiras a las multitudes para que salieran “a votar verracos” por el NO.

Un ejemplo de lo anterior es Luis Emilio Arboleda, el hombre al que algunos medios han identificado como el “abucheador de políticos en Medellín”. Arboleda se hizo famoso increpando a Navarro Wolff cuando hacía campaña por el SÍ en el plebiscito, y resurgió hace pocos días cuando acusó públicamente a Vargas Lleras de apoyar a Santos de “entregarle el país a las Farc”. En ambos abucheos hubo patrones comunes: el resentimiento postizo, la mentira y la búsqueda de la provocación, tanto de quienes atestiguaban la escena como del abucheado.

Queda comprobado que el uribismo no posee escrúpulos al momento de apropiarse de los mecanismos de rebeldía de la gente para desfigurarlos en extraños fenómenos contrarios a lo que habían sido. Tal vez esa sea su táctica secreta: ensuciar con su retórica de odio y falsedades todas nuestras formas de protesta para privarlas de cualquier legitimidad social. Así ocurrió con la “resistencia civil” que tomaron de Thoreau (quien la inventó para oponerse a la guerra) y quién sabe qué otros ideales más contaminarán. Por el momento, es obligatorio que abucheemos el abucheo de los uribistas.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena.
@orlandojoseoa
 

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