Durante cientos de años la “ruta de la seda” fue una red comercial que unió a China con el Medio Oriente, Europa y África, con una variedad de productos como las especies, porcelanas, manufacturas varias y las famosas telas de seda, entre otras.
En términos de distribución y logística, partiendo desde China, cada caravana recorría unos 300 a 400 kilómetros de distancia, para llegar hasta su ciudad de destino y vender sus mercancías. Y de ahí partía una nueva caravana, la que repetía la operación de compra-venta, hasta llegar al siguiente destino. Ya se imaginarán los incrementos en precios de venta, cuando el recorrido sumaba unos 12.000 kilómetros de distancia para llegar hasta España o Portugal, por mencionar cualquier destino. Según los historiadores, el trayecto total podía durar un año y medio.
En la zona de Asia, para entender la logística, cada caravana podía tener unos 100 camellos y cada camello cargaba unos 200 kilogramos, significando que como máximo cada expedición podía movilizar unas 20 toneladas en mercancías.
Pasado los años, en una de esas rutas comerciales, quién iba creerlo, una pequeña brújula china terminó en las manos de los navegantes portugueses, y fue el explorador Bartolomé Díaz, en el año de 1488, quien descubrió el “Cabo de Buena Esperanza”, en el extremo sur de África. Con esa ruta se abrió el camino para que nuevos exploradores -brújula en mano- dieran con el recorrido marítimo hacia India y China. Y como logística no miente, con el tiempo, esa nueva ruta comercial le dio sepultura a la ineficiente “ruta de la seda”. Los números eran contundentes: cada barco de la época podía cargar unas 400 toneladas y el trayecto de ida y vuelta duraba unos 6 meses. Es decir, el mundo descubrió en esa época, que el transporte marítimo es el medio más económico y eficiente para comerciar.
Ahora, ¿y para qué esta historia de brújulas y seda? Pues estimado lector, porque en Colombia, luego de 500 años de comercio internacional, seguimos sin entenderlo y nuestra cadena logística de “la ruta andina” -usando tractomulas- sigue siendo la más ineficiente del mundo. En el país siempre fue más atractivo que las empresas se localizaran en la altísima montaña, para venderse exclusivamente a su mercado interno, que usar las costas para dicho mercado y por ahí mismo exportar hacia los mercados gigantescos del exterior, usando los barcos y puertos.
¿Cuánto nos vale al año semejante ineficiencia logística en Colombia? ¿Será que alguien nos compra una brújula?
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