Columna


Del dicho al hecho

RUDOLF HOMMES

16 de junio de 2013 12:00 AM

RUDOLF HOMMES

16 de junio de 2013 12:00 AM

Uno de los graves inconvenientes contra la ejecución de proyectos en Colombia es que tenemos una excesiva disposición a dar por hecho lo que ni siquiera se ha comenzado a programar o se ha hecho a medias.
En el caso de la carretera de Bogotá a Villavicencio, después de años de escuchar a varios gobiernos sobre la necesidad de hacerla, cuando se decidió construirla en el gobierno de Gaviria, descubrieron que no existía el proyecto. Se hablaba de trasladar el aeropuerto de Bogotá a Villavicencio. Y no existía siquiera el diseño.
Hace poco se descubrió que uno de los tramos de la carretera a Buenaventura tampoco tiene diseño y es una de las razones para que pasen varios años antes de terminarla.
Con el desarrollo agroindustrial de la “altillanura” nos ocurre lo mismo. Carlos Gustavo Cano y el presidente Uribe construyeron el sueño de que allí residiría el futuro de la agricultura nacional y entusiasmaron a inversionistas a comprar tierra y a establecerse en esa región. Los tres ministros siguientes continuaron la propaganda al área argumentando que casi se podría duplicar el área cultivable y en Colombia se comenzó a soñar no solo con la seguridad alimentaria sino con la “autosuficiencia”.
En la altillanura se podría producir la mayor parte de los granos que hoy importa el país y con el desarrollo de esa región se podría generar un gran dinamismo y fortalecimiento de la economía. En el DNP se contrató el estudio del transporte a la región y este recomendó construir un ferrocarril, varias carreteras y habilitar la navegación por el río Meta. Uno de los mejores economistas del país estuvo dedicado más de un año a estudiar el potencial de esa región en el DNP y recomendó emprender ese desarrollo cuanto antes.
Pero la carretera que se tendría que construir entre Puerto Gaitán y Puerto Carreño no figura entre las prioridades del Gobierno. No hay planes de construir en el corto y mediano plazo, ni siquiera los primeros cien kilómetros. El río Meta funciona a medias, porque en el verano no sirve para transportar alimentos al centro del país.
Las FARC quisieron asustar a los empresarios que ya están en la región, e intentaron detener el progreso que incipientemente ha comenzado, pero con la perspectiva de un acuerdo han suavizado sus posturas. La izquierda democrática, que podría imitar lo que hizo la izquierda de Brasil en el nordeste de ese país, hace lo contrario. En alianza con los medios de comunicación capitalistas están usando la ley 160 de 1994 para dinamitar el proyecto y ahuyentar de una vez por todas a cualquier empresario que intente meterse. Quieren matar la gallina de los huevos de oro antes de que nazca.
Los dos puntos anuales del PIB que podríamos ganar con la paz los vamos a perder por esta vía y por cuenta de los ambientalistas que ya pararon el desarrollo minero formal.

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