Columna


Democracia liberal

YEZID CARRILLO DE LA ROSA

21 de noviembre de 2020 12:00 AM

El siglo XIX europeo y americano estuvo dominado por dos relatos ideológicos: el conservadurismo (monarquismo, tradicionalismo) y el liberalismo o progresismo (Kirk). Ante la amenaza del socialismo, ambos se unieron, permitiendo el surgimiento de narrativas mucho más pacíficas y moderadas: el conservadurismo liberal (abanderados de las libertades individuales, economía de mercado y la propiedad privada) y el liberalismo progresista (defensores del estado de bienestar y los derechos sociales y económicos).

En el siglo XX, tres fábulas dominaron el escenario: fascismo, socialismo y liberalismo (Harari). El primero se extinguió luego de la Segunda Guerra Mundial y, a finales de siglo, se estancó el socialismo, de suerte que, a partir de 1990, el consenso fue alrededor de la democracia liberal (Rawls), en la que se alternaban el poder la centro-izquierda (participación política, derechos de minorías, progresismo, calentamiento global) y la centro-derecha (más libertad, más mercados libres y circulación planetaria de las personas, ideas y bienes). Ese parecía ser el lado correcto de la historia. No obstante, contrario a lo que se presagiaba, el siglo XXI ha sido testigo del avance de los radicalismos (anti-liberales) de izquierda (neocomunistas, anarcocomunistas y socialistaspopulistas) y de derecha (neoconservaduritas, anticomunistas y neofascistas) y del retroceso de los ideales del liberalismo: limitaciones a la migración, violaciones de derechos humanos, resurgimiento de los caudillismos y los nacionalismos. El Brexit, la llegada de Trump a la Presidencia y la consolidación de proyectos ideológicos hegemónicos de derecha (Europa) y de izquierda (Latinoamérica), pareció confirmar el fin de la fábula liberal. Pero el liberalismo ha sobrevivido a todo: a las críticas de Burker y Hooker (XVIII), al conservadurismo religioso y monárquico (XIX) y al imperialismo, fascismo y al comunismo (XX). Y todo parece indicar que, como el Fénix, vuelve a resurgir de sus cenizas. La elección de Biden y Harris – apoyados por demócratas y republicanos moderados – parece indicarlo así. Elección que envía mensajes claros, que tendrán efecto a corto plazo. Entre otros: (i) que el debate ideológico se desarrollará en el centro moderado; (ii) que la salida para nuestros desencuentros razonables (éticos o político) es el consenso racional y la tolerancia, no la violencia, no el autoritarismo, no el ciego dogmatismo de izquierda o de derecha; (iii) que la agenda política global y regional estará dominada por problemas reales: derechos humanos, migración, cambio climático, energías limpias, bio-info-nano-tecnología, desigualdad, pobreza, entre otros; (iv) que la democracia presupone respeto por las reglas, por las tradiciones y por los procedimientos establecidos en la ley y la Constitución, y (v) que para las mujeres, el futuro es hoy, el futuro de sus derechos, de la inclusión y del ascenso al poder real.

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