Ahora que se discute mucho sobre desigualdad, se rechaza el modelo económico vigente, pero no se plantean soluciones concretas. Indudablemente hay razones para rechazar la desigualdad, porque es un fenómeno poco deseable y con grandes costos sociales. Tal vez una de las alternativas más fuertes para corregirla es la política fiscal y valdría la pena que el país adopte medidas encaminadas a reducir la desigualdad a través de este mecanismo.
Una de las funciones de la administración pública es adelantar estrategias redistributivas, aquellas que permitan reducir las desigualdades en la sociedad. Para ello, el Estado cuenta con la política fiscal, la cual comprende recaudar impuestos y ejecutar gasto público. Esta política puede ayudar a reducir las inequidades a través de una recaudación tributaria progresiva, en donde las personas paguen impuestos de acuerdo a su capacidad, es decir que los que tienen más ingresos paguen más impuestos. Con ese recaudo, el Gobierno debe invertir adecuadamente en aquella población con mayores necesidades, de tal manera que se focalice el gasto en la población más vulnerable y en los proyectos de mayor impacto social.
Esta herramienta es muy poderosa y es la que permite que algunos países desarrollados logren mejores resultados en materia de equidad. Al estimar el índice Gini, indicador utilizado para medir la desigualdad que varía entre 0 a 1, en los países de la OCDE ronda alrededor de 0,48 sin intervención del Estado. Una vez se realiza el recaudo tributario y ejecución del gasto, el Gini se reduce a 0,3. Para Colombia, como en varios países latinoamericanos, el cambio en este indicador como fruto de la intervención del Estado es mínimo, manteniéndose por encima de 0,5. Inclusive, en nuestro país el gasto en pensiones aumenta el Gini.
Esto es el resultado de una recaudación tributaria que se concentra en impuestos indirectos, como el IVA, que no suelen tener en cuenta el ingreso a la hora de recaudarse. Los países desarrollados tienen en su recaudación una mayor participación de los impuestos directos a los individuos, que son más progresivos y tienen un mayor impacto en la desigualdad. Paralelo a esto, tienen unas políticas de gasto con mayor focalización en las poblaciones vulnerables y con más calidad en la ejecución de los recursos en los proyectos priorizados.
Al momento de pensar en estrategias para reducir la desigualdad, la política fiscal bien diseñada podría tener una gran contribución. Se requiere adoptar una estructura tributaria progresiva, con mayor peso de los impuestos directos frente a los indirectos y una mejor calidad en la ejecución y focalización del gasto público. Una tarea aún pendiente en el país.