Columna


Desplazamientos forzados

CARMELO DUEÑAS CASTELL

08 de septiembre de 2021 12:00 AM

Según la ONU decenas de millones de personas están desplazadas, contra su voluntad, de su sitio de arraigo. Millones de personas cada año deben huir a otra región o país. Hace unos meses leí la siempre sesuda columna de El Universal del señor Bonet sobre ese otro desplazamiento forzado llamado gentrificación. Proceso globalizado en el cual los habitantes tradicionales de un barrio son desplazados por la presión económica e inmobiliaria. Algo así ha pasado, y pasa, en nuestros San Diego y Getsemaní.

Hay otros desplazamientos, igual de forzosos y dolorosos, en los cuales no hay una movilización física como tal. Tienen que ver con esa percepción, convertida en cruda realidad para muchos, de ser extranjeros y desplazados en su propia ciudad. La ciudad, ese espacio que une y congrega a sentirse, al mismo tiempo, pertenecientes y propietarios gracias a intangibles acuñados en el tiempo y trasmitidos por generaciones, se devuelve en beneficios inmateriales que algunos denominan cultura ciudadana. Ese desplazamiento forzoso de ser parias en su propia tierra podría atribuirse a no sentirse protegidos, a la desigualdad e injusticia social acompañadas de ver cómo unos pocos parecen haber comprado, con exclusividad, la ciudad. Aunque tal percepción parece globalizada en Latinoamérica es gigantesca en la Fantástica. La globalización, mal entendida, parece llevar a los que tienen más a ser ciudadanos del mundo haciendo cada vez menos por su terruño. Ese desapego de unos se trasmite a todos cuando vemos el desaliño con que propios y extraños adornan a la Fantástica.

Movimientos globales como la expansión metropolitana que absorbe corregimientos y comunidades mientras genera fragmentación indiscriminada no son más que ejemplos que no alcanzan a explicar la dramática realidad: Cartagena parece ser una ciudad sin ciudadanos, sin cartageneros. Las administraciones y líderes cívicos han tratado de mejorar la infraestructura asumiendo que esto genera mejoría en la calidad de vida y mayor sentido de pertenencia. Y razón tendrían si esto viniera acompañado de un gigantesco movimiento de cultura ciudadana que nos incluyera a todos en un claro plan que nos demostrara que, como ciudad, tenemos un pasado glorioso, un presente complejo, pero un futuro prometedor. El concepto de ciudad es lo que percibimos y recibimos todos de ella, pero, también, es lo que hacemos todos por ella. Hoy por hoy parecería que somos unos ciudadanos sin ciudad y una ciudad sin ciudadanos. Desplazados, ciudad y ciudadanos, debemos empezar a reconstruir el concepto de ciudad por nuestra función como ciudadanos. Ya lo decía Séneca: “Una era construye ciudades. Una hora las destruye”.

*Profesor Universidad de Cartagena.

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