La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”, Winston Churchill. En Cartagena los vientos de la democracia siguen soplando cada día con más fuerza. En la medida en que se aproxima el 29 de octubre las tensiones crecen. Muchos recurren a la ciencia de las estadísticas para anticipar los resultados, otros fincan sus cábalas en la experiencia o simplemente observando el ambiente que se vive. En todo caso, las campañas alistan sus remates afinando las estrategias para llegar con éxito a la recta final, un paso en falso puede ser catastrófico.
En esta ciudad se ha visto de todo, algunas campañas se realizan con mucha altura y otras tantas destilan grosería y rencor. El tema de la publicidad disruptiva aplicada al mercadeo político ha generado salidas extrañas, el candidato hace cualquier cosa que lo convierta en viral para lograr el reconocimiento, de hecho, difícilmente el pueblo vota por quien no conoce, ese fin justifica los ridículos métodos. Por otro lado, los políticos recurren al populismo: decir y prometer lo que el pueblo quiere, así sea utópico. Un candidato sensato que piense solo en propuestas realizables de seguro será rechazado, mientras el charlatán obtendrá los réditos de la ignorancia. Lamentablemente, en política la mentira es una herramienta muy efectiva; repetir, a sabiendas, falsedades termina haciendo un daño irremediable, con este medio engañoso se crean quiméricos mesías y también imaginarios enemigos. Tal como lo decía el ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Esta reconocida y comprobada máxima tiene detractores, entre los que cuento a mi abuelo, en vida me decía: “De lo que a usted le digan no crea nada, y de lo que vea, crea la mitad”, sabio, efectivo y pragmático. Sin duda, en un mundo de falacias viene muy bien desconfiar de las vagas afirmaciones, es indispensable acudir a la fuerza de los hechos que, como pensaban los romanos, hablan por sí solos.
Tenemos una democracia imperfecta, pero democracia al fin. Creo que la filosofía constitucional y legal que la inspira es buena y que las fracturas son producto de los odios, egoísmos y “audacias” humanas, como todo lo malo sobre esta tierra.
Sería importante que luego de las elecciones las campañas terminaran, que los perdedores hagan sinergia para que el bien común sea una realidad y los proyectos ciudadanos puedan realizarse sin contratiempos. Que no se pongan palos en la rueda del mandatario y mucho menos que se pretenda instrumentalizar a los órganos de control. Ello no significa que no exista oposición pero solo cuando se ejerce con altura y buenas intenciones, no por el prurito inclemente y ególatra del ardido.
*Abogado.
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