Columna


Dicen las carretillas

“Llevo varios años encontrándome en el Centro con una carretilla que tiene escrito en su proa el siguiente mensaje”...

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

10 de abril de 2019 12:00 AM

Llevo varios años encontrándome en el Centro con una carretilla que tiene escrito en su proa el siguiente mensaje: “La vida es dura pero no dura”. La primera vez que la vi fue en el 2016, en Getsemaní, y el tipo que la empujaba llevaba un cargamento de escombros tan grande que casi no podía verle la cabeza. La frase, pintada en letras blancas sobre un fondo azul, me pareció entonces un lamento sabio de aquel hombre condenado a transportar ruinas bajo el despiadado sol del Caribe. Me impresionó que fuera precisamente un carretillero, de esos que ensopan el suéter todos los días, quien esgrimiera una conclusión tan fatalista donde el trabajo duro no espanta la condición efímera de la vida.

Unos meses después volví a toparme con la carretilla. Iba saliendo de la Universidad de Cartagena cuando la vi: avanzaba con lentitud sobre el pavimento y sus ruedas mal ensambladas hacían un ruido triste e incierto, como el de una alacena que está a punto de desmoronarse. La frase estaba intacta, quizás hasta la habían pintado de nuevo. Recuerdo que tenía prisa y por eso no le presté demasiada atención. Sin embargo, cuando se produjo nuestro tercer encuentro, fortuito como todos los demás, empecé a sentir que en aquel mensaje estaban cifradas las enseñanzas para comprender el mundo.

Desde ese momento siempre leo lo que dicen las carretillas. Más que un hobby, esto se ha convertido en una sesión callejera de filosofía. En la Avenida Venezuela una carretilla atiborrada de mangos y mandarinas avisa a los transeúntes: “Somos más que vencedores”. Otra, en la Plazoleta del Joe Arroyo, informa: “La perseverancia hace el triunfo”. Otra más, abandonada en la Calle Primera de Badillo y llena de cocos pelados a machetazos, relata con resignada sabiduría: “Así es la vida”.

En un cuento de Borges se menciona que Maimónides, un teólogo judío de la Edad Media, afirmaba que las palabras de los sueños provenían de Dios si eran claras y no se sabía quién las decía. Los textos de las carretillas, formulados por autores desconocidos, poseen la facultad de producir en los peatones una revelación parecida. Tal vez por eso abundan los mensajes religiosos, de los cuales también se espera obtener algún poder con su lectura. En el Mercado de Bazurto muchas carretillas tienen pintada la nomenclatura de diferentes pasajes de la Biblia: “Juan 3:16” para conjurar la vida eterna, “Filipenses 4:13” para ganar fortaleza y el “Salmo 23” que te suministra amparo en medio de la pobreza.

Hay en las carretillas algo de barco de otra época. La madera gastada, errando en el mar de las calles con su carga. No hay velas, es verdad, pero sabemos que se mueven con el viento que sopla en los pulmones del negro que la empuja. Salvo sus palabras, todo en ellas está destinado al naufragio.

*Escritor

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