Columna


¿Dolor de ciudad?

MARTHA AMOR OLAYA

12 de noviembre de 2012 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

12 de noviembre de 2012 12:00 AM

Ahora resulta que Campo es el más malo de todos los malos. Ahora nos damos golpes de pecho y pedimos su renuncia sin sonrojar. Ahora que el hombre no puede defenderse entonces somos honestos, sensatos y nos rasgamos las vestiduras por un dolor de ciudad que sólo sentimos cuando nos conviene.
¿Por qué la Contraloría y la Procuraduría Nacional no parecen todas las veces que las necesitamos? ¿Por qué no aparecieron antes, si desde un principio esos contratos fueron cuestionados? Da la casualidad que la solicitud de suspensión del cargo de Campo Elías se da justo horas antes de culminar su incapacidad médica, momento crítico y de gran incertidumbre ya que dependiendo de lo que haría Campo, la decisión de su encargo estaría en manos de él o del Presidente Santos.
Y no es que esté en contra de la intervención de los entes de control, ni más faltaba, ruego por su eficacia permanente, todo lo que sea para bien de la ciudad, bienvenido. Pero no deja de ser incómodo sentir la rebatiña política en este momento de crisis en el que parece no importar la crisis misma si no las ansías de poder.
Nada pudo develar más diáfanamente la mezquindad e hipocresía de nuestra dirigencia local que la indefensión del alcalde.
Ahora sí, sus errores son graves. Ahora sí, no era capaz de gobernar. Ahora sí, no era un hombre probo para dirigir los destinos de una ciudad enredada.
No voy a decir que todos porque faltaría a la verdad. Hay quienes genuinamente no se cansaron de alertar a la ciudadanía del error que se cometería al elegir a Campo, un hombre grande en los micrófonos y pequeño en la política. Sin embargo, duele ver que esos por quienes cambió a sus amigos lo traicionan sin piedad y someten al escarnio público sin pudor alguno. Duele que la gente que se ufana de quererlo esté tan envilecida por el poder que presiona su permanencia en un cargo que le es imposible asumir. Duele que hoy tenga a sus amigos lejos y a las hienas encima con la imposibilidad de discernir entre unos y otros.
Pero fue su decisión unirse con quienes le sacarían los ojos y eso lo tiene pagando un precio alto: una salida por la puerta trasera.
Campo no será lo mejor pero tampoco lo peor. En la radio se distinguió por un sentido del humor que invitaba a reírnos de nuestras desgracias despertando odios y amores en su forma de hacer periodismo. Sus narraciones deportivas, muchas insuperables, lo convirtieron en referente para las nuevas generaciones de este oficio.
Pero Campo tuvo la debilidad de oír a sus aduladores oportunistas y se lanzó a una carrera para la que no tenía físico. A esos mismos los nombró asesores y secretarios de despacho quienes poco a poco lo condujeron al descalabro.
Mientras la alcaldía sea entendida como el botín a repartir entre el que de más; no habrá terna, elecciones, encargos y postulaciones que valgan para que la ciudad oriente su desarrollo a uno humano, equitativo y sostenible.
Duele que en la crisis de partidos de este país, muertas las ideologías y pululando de avivatos, sean estos los que decidan quien nos gobierna en una interinidad.

* Comunicadora social-periodista

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